Si te encuentras en el barrio londinense de Dalston, concretamente en la calle Ashwin, y de pronto ves a Batman o a Spiderman trepando por una casa victoriana de tres plantas, o a algún vecino colgando del revés, no pienses que te has vuelto loco o sufres de alucinaciones. Se trata de la instalación Dalston House, del artista argentino Leandro Erlich, un juego óptico que, durante el verano, nos hizo reír y disfrutar como auténticos niños.
En esta casa podrás trepar a gatas sin despegar los pies del suelo, caminar por sus paredes, colgarte de una mano o de un dedo desde alguna de sus ventanas o hacer el pino y, todo ello, sin riesgo de caerte. Instalación 2.0, juego, interacción, risas, fotos y más risas: esto es lo que propone Erlich con Dalston House. Pero ¿en qué consiste realmente la instalación? Sobre un terreno baldío desde la Segunda Guerra Mundial, el artista reprodujo la fachada de una casa victoriana a nivel del suelo, y a 45° colocó un enorme espejo que refleja todo lo que ocurre en esa casa tumbada. Gracias a un mecanismo aparentemente tan sencillo, puedes verte reflejado mientras trepas o desafías la gravedad cual súper héroe. Un trabajo con el que Elrich “cuestiona las ideas de percepción, representación y nuestra concepción acerca de la arquitectura a través de una ilusión óptica”.
Este juego visual ficticio y, a la vez, tan real, ha causado la expectación del público y la prensa. Son ya más de 50,000 los inquilinos que han pasado por la vivienda de Dalston. Cada cinco minutos la casa se siente habitada por distintas historias. Todos los eventuales invitados de esas paredes quieren su momento de gloria, su mejor foto para colgar en Facebook o Instagram. A muchos les merece la pena haberse cruzado medio mundo sólo por gozar la experiencia; a otros no les importa las horas de espera o el sol, porque saben que van a tener diversión garantizada y mucho que contar después.
Esta obra, comisionada por el prestigioso Barbican Centre y realizada en colaboración con la Embajada Argentina en Inglaterra, es fruto de una idea con la que Elrich lleva 9 años. Se originó en París y luego viajó a Austria, Japón y Argentina, adaptándose a la arquitectura de cada lugar. Algo así era de esperar del artista que años antes creó las instalaciones La piscina y la torre con mecanismos parecidos. En palabras del autor: “En la mayoría de mis obras, lo que trato de hacer es un cuestionamiento del espacio cotidiano, de una oficina, un edificio o una casa como la de Dalston. Y que al momento de interactuar, se cree una historia. Pero, además, que la gente sepa cómo sucede el truco, nada de ocultarlo. La gente que acude a Dalston ve el espejo e inventa sus propias ilusiones”, explica Elrich.
Lo impresionante de esta obra es ver la relación tan directa que hay entre la propuesta artística del autor y las que improvisan los visitantes. ¿Cuántas historias diferentes han vivido estas paredes en estos días? ¿Cuántas posturas distintas caben en una misma obra? ¿Cuántas fotos diferentes? ¿Cuántos lenguajes? Acaso las “auto fotografías” de estos habitantes ocasionales ¿podrían considerarse también obras de arte? Sin duda, una instalación que te invita a crear tu propia ficción, a retratarla y a mostrarla al mundo a través de las redes sociales, tiene, cuando menos, un alto componente creador y motivacional. Cuando el arte deja de ser solemne, se convierte en una experiencia interactiva en plena calle y es de entrada gratuita, podemos hablar de un arte para todos.. ■