Por primera vez, la artista argentina Liliana Porter crea una instalación especialmente para el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba), la cual estará expuesta hasta el 16 de marzo del 2014. Se trata de un minúsculo universo donde el tiempo, los juguetes y la memoria entrelazan una nueva dimensión.
LILIANA PORTER.
Innovadora, la muestra El hombre con el hacha y otras situaciones breves de Porter no sólo desafía el tiempo, sino que le gana. En algunas escenas simbólicas la artista demuestra que no hay una línea temporal única, sino infinitas posibilidades.
Un hombrecito diminuto sostiene un hacha y se enfrenta a una constelación de objetos destrozados, desde juguetes, adornos y trozos de vajilla, hasta un piano. Basta un recorrido en torno a esta obra para descubrir que no se puede saber si este pequeñín acaba de tener un ataque de ira o si, por el contrario, está a punto de iniciar la reconstrucción del desastre. Sobre la tarima blanca donde se encuentra, también descansan sus compañeros de andanzas: un hombrecito sosteniendo un hilo que se pierde en una madeja infernal, y una mujer con una escobilla barriendo un sendero que desemboca en un mar de polvo rojo. Esta representación estática invita a reír tanto como a reflexionar.
Los elementos diminutos de sus obras tienen el propósito de señalar, a través del absurdo, que el tiempo no tiene antes ni después. Todo es un diálogo constante con un ahora inasequible. Recorrer la constelación de estas historias mínimas recuerda al visitante que está solo frente a lo imposible, que no puede comprender lo que escapa a su conciencia. Los hombrecitos y la colección de objetos forman parte de un mundo complejo de sutilezas.
En un encuentro especial entre la artista y la crítica de arte Graciela Speranza en la Sala de Conferencias del Malba, el gesto risueño de Porter y sus nervios antes de presentarse al público dejaron ver su sensibilidad. Ya en el escenario, sentada en un sofá, sus 72 años desaparecieron y dieron paso a su lado infantil. Su actitud reflejaba su imaginación, su frescura y su libertad.
Porter parecía que estaba contando una travesura al hablar de El hombre con el hacha. Explicó que el protagonista de esta obra rompía todo pero, al mismo tiempo, nada desaparecía ante un doble camino esperanzador y trágico. Porque, según ella, la tarea que emprendía era más grande que su pequeño tamaño y, al mismo tiempo, este hombre trasmite la sensación de tener una explicación para lo que está haciendo. “Aunque yo no entiendo de qué se trata, tiene explicación. La explicación está obviamente ahí, y yo no la veo”, reconoce la artista.
Para Porter, todo se transforma en memoria, en imagen. En su obra, el tema de la representación es central. Sin embargo, frente a la profundidad de su mensaje, ella enfatiza: “mejor es reír”.
Liliana Porter nació en Argentina en 1941 y se relaciona con el arte conceptual a partir de su traslado a Nueva York en 1964, ciudad en la que reside desde entonces y donde cofundó el New York Graphic Workshop. Su obra integra colecciones privadas y públicas, entre las que se cuentan las del Museo Metropolitano de Nueva York, la Tate Modern de Londres y el Museo Reina Sofía de Madrid.
El hombre con el hacha y otras situaciones breves confirma que las historias mínimas de Liliana Porter existen en un tiempo flexible, donde pasado, presente y futuro abren la intuición para habitar la realidad del olvido y de la esperanza.
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