La vida de Hugo França dio un giro de ciento ochenta grados en 1990. A los 36 años de edad, este ingeniero industrial que trabajaba en una empresa de informática, dejó su ciudad natal, Porto Alegre, para trasladarse a Trancoso, un pueblecito pesquero del estado brasileño de Bahia. Lo hizo sin un objetivo profesional definido pero con el ferviente deseo de vivir en contacto con la naturaleza.
HUGO FRANÇA.
En Trancoso probó diferentes trabajos, desde la construcción de casas hasta la pesca, pero al fin encontró su vocación: esculpir la madera. “Al mudarme, encontré una sociedad íntimamente ligada a la cultura de la madera y me involucré en ella”, explica França, quien aprendió a trabajar la madera con los indios pataxos, nativos de la zona.
Ha llovido mucho desde entonces, y hoy en día Hugo França es un diseñador y escultor reconocido a nivel internacional, cuyas obras se exponen en grandes capitales y ferias de arte. En Brasil, algunas de sus piezas forman parte de las colecciones permanentes del Instituto Cultural Inhotim de Minas Gerais y del Museo de la Casa Brasileña en Sao Paulo, y muchas otras se exhiben de forma temporal en las principales ciudades del país. Representado por la galería R20th Century Gallery de Nueva York, en 1995 donó una de sus obras al Parque Central de esa ciudad, y este año ha expuesto en el Museum of Arts and Design (MAD) de Nueva York, ciudad en la que exhibe habitualmente.
Como en otras ediciones anteriores, el diseñador brasileño fue invitado a participar en la recién concluida feria Design Miami/Basel 2013, donde presentó una selección de sus piezas que se podrá ver hasta el 31 de mayo del 2014 en el Fairchild Tropical Botanic Garden de Miami. La muestra “Muebles escultóricos” de Hugo França, curada por Cristina Grajales de la Galería Cristina Grajales de Nueva York, se presenta en un entorno en el que las piezas conviven armónicamente con la naturaleza circundante.
Ya sean piezas diseñadas para espacios abiertos o cerrados, la idea principal, como el mismo diseñador subraya, es reintegrar la madera descartada a la vida del hombre. Esta es una de las características de la obra del brasileño, quien sólo utiliza madera sobrante, muerta o quemada, que haya sido desechada para su uso comercial. Fue durante su estancia en Trancoso cuando França fue consciente del gran desperdicio que se produce en el proceso de extracción de la madera, factor que influyó en su preocupación por la degradación del medio ambiente y su consiguiente toma de postura en defensa de la sostenibilidad ambiental. En consecuencia, França comenzó a trabajar con restos de pequi (árbol originario de Brasil, también conocido como “nuez souari”) sobreviviente de incendios, que por su propia oleaginosidad es muy resistente al fuego, y del que usa principalmente las raíces. Debido a la dificultad de encontrar residuos de este árbol, França ha comenzado a trabajar con otros tipos de madera: la baraúna, el pau-d’arco, la jaqueira y la tata. La búsqueda de la madera adecuada es el primer paso en el proceso de creación, y uno de los que más disfruta el artista.
Según França, toda su obra nace del diálogo directo con la materia prima, todo comienza y termina en el árbol. Es su inspiración: sus formas, sus agujeros, sus grietas y quemaduras, todas las marcas de la acción del tiempo conducen a un diseño cuidadosamente escogido, a una intervención mínima que genera piezas únicas. “Las piezas que más me gustan son aquellas que menos sufrieron mi interferencia”, confiesa el artista brasileño. Al margen de esto, lo que França consigue siempre es el milagro de capturar la sensualidad de lo que un día fue materia viva para imprimirla y darle forma.
Influenciado por los diseñadores Alexandre Noll, Isamu Noguchi y George Nakashima, confiesa que se siente especialmente identificado con los diseñadores brasileños Zanine Caldas y Frans Krajaberg. En Sao Paulo, donde inauguró un segundo taller y donde reside parte del año (en el taller original de Trancoso trabajan algunos integrantes de su equipo permanentemente y él lo hace por temporadas), Hugo França se mantiene en contacto con el rico ambiente artístico de la gran metrópoli. Los paseos por el parque de Ibirapuera forman parte de su rutina de urbanita, y fiel a su inclinación, siempre camina con la atención puesta en los magníficos árboles que el lugar atesora. ■