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El caso del mural Ejercicio plástico de David Alfaro Siqueiros es un ejemplo de cómo el arte se abre espacio con sucesos insólitos en las noticias. Creado en un ambiente de polémica, en colaboración con destacados artistas y usando técnicas iconoclastas que incluían proyecciones cinematográficas sobre las paredes, esta obra de arte icónica del muralismo mexicano, por lo demás avaluada en varios millones de dólares, ha sufrido toda clase reveses. Incluso podemos decir que regresó del olvido para quedarse. Se puede apreciar en todo su esplendor en la Plaza Colón de Buenos Aires.
La historia del hallazgo del mural Ejercicio plástico, en un oscuro sótano de una casona abandonada en las afueras de Buenos Aires, comienza con una escena oscura: “Al llegar al sótano, lentamente y alumbrados por la luz tenue de aquella vela, comenzamos a intentar interpretar ese bullicio de figuras informes, de colores armónicos, donde solo algunos escorzos ponían algo de orden al conjunto, dando la impresión de que las cosas no eran tan figurativas como lo sugerían la escasa luz sumada, la suciedad, el agua que fluía por las rotas ventanas, los grafittis sobre las pinturas y las cenizas del suelo de algún ocasional linyera (persona sin hogar)”. Ese es el relato de Héctor Mendizábal, autor del libro El mural de Siqueiros en la Argentina, que co-escribió junto a Daniel Schavelzon, y responsable de la recuperación de esta valiosa obra de arte.
La aventura argentina
La historia del mural es una novela de olvidos y décadas de esfuerzos fallidos por sacarlo de la sombra. David Alfaro Siqueiros provenía del México, donde el arte mural había alcanzado gran apogeo con artistas como Diego Rivera y José Clemente Orozco. Llegó a Buenos Aires 1933, y aunque pasó solo algunos meses en Argentina, buscó espacios al aire libre, en calles y paredes de edificios, incluso en plazas y parques, porque consideraba limitada la pintura mural realizada en interiores. Sin embargo, paradójicamente, terminó pintando las paredes del sótano de un magnate argentino.
El artista mexicano recibió el encargó de intervenir un espacio reservado para jugar póquer. Era un sitio complejo para pintar, pequeño, de paredes curvadas y escasa iluminación. Allí desplegó Ejercicio plástico: figuras femeninas absolutamente desnudas, todas con sus piernas cruzadas salvo una muchacha, que expertos luego identificaron como Blanca Luz Brum, su esposa, de la que estaba separado. En contraposición, las escasas figuras masculinas ocultan castamente su sexo. Fueron ayudantes de Siqueiros los artistas Juan Carlos Castagnino, Antonio Berni y Lino Eneas Spilimbergo, después cotizados maestros de la pintura argentina.
El mural vivió un tiempo breve de esplendor, pero luego cayó en el olvido. La residencia fue vendida y su nueva propietaria —que tal vez no sabía lo que tenía en casa— clausuró el sótano. Años después, la propiedad fue vendida a un nuevo dueño, que supo darle valor al mural, pero otra vez fue olvidado.
Hasta México llegó la historia de un mural soberbio de David Alfaro Siqueiros, oculto en un sótano. De modo que en 1973, Jaime del Palacio, agregado cultural de México, fue hasta el lugar y verificó la existencia del mural. Sin embargo, la compra y traslado por parte del Estado mexicano no prosperó. Años después, la propiedad fue abandonada transformándose en refugio de vagabundos que dañaron parcialmente la obra. El inminente remate judicial de la vivienda en 1988 impulsó nuevas gestiones para salvar el mural.
La recuperacion
Los primeros trabajos consistieron en una minuciosa limpieza y secado de los muros. Posteriormente, se procedió a la demolición de la vivienda no sin antes cavar en torno del recinto para extraer las paredes, techo y piso que contenían el mural. Los volúmenes fueron alojados en un depósito donde durmieron durante casi 20 años, ajenos a la maraña de desacuerdos, trámites e intervenciones de los gobiernos de México y Argentina. En el 2008, las cajas se trasladan al Museo Casa Rosada y, en el 2009, queda restaurado tal como lo concibió el artista mexicano y hoy podemos apreciar.
Muralismo mexicano
El muralismo nació en México como arte patrocinado por el Estado. Entre 1923 y 1926, distintos artistas pintaron hasta veinticuatro murales en edificios oficiales. Siqueiros firmó cuatro de ellos: Los elementos, El llamado de la libertad, El entierro del obrero y Los mitos. Posteriormente, el artista mexicano recaló en Montevideo, para pasar luego a Buenos Aires, donde produjo Ejercicio plástico. El artista proclamaba la necesidad de un cambio en las técnicas de pintura, así como en los aspectos sociales y pedagógicos del arte. Consideraba que la pintura sobre cemento fresco se debía hacer con tierras naturales y óxidos minerales disueltos en agua pura, pues el proceso de cristalización del cemento tomaría los colores con mayor solidez que la tradicional mezcla de cal y arena usada habitualmente en los frescos.
La próxima vez que pases por Buenos Aires, date un tiempo para visitar el mural de Siqueiros, un pedacito de México en la Argentina. ■