En la pequeña isla de Murano, junto a la inspiradora ciudad de Venecia, se fabrica desde hace siglos– uno de los más antiguos y esplendorosos cristales del mundo, por el cual se han interesado grandes creadores a lo largo de la historia. En este ámbito artístico actual destacan dos autores cuya imaginación y prestigio les precede: Giuliano Ballarin y Massimo Micheluzzi, artesanos virtuosos que han consagrado su trabajo a un cristal de cualidades únicas, y cuyas piezas pueden apreciarse en algunos de los más importantes museos del mundo.
Giuliano Ballarin
Giuliano Ballarin— nació en 1942– en Merano, al norte de Italia, en el seno de una ilustre familia dedicada al noble arte del cristal desde el siglo XV. A temprana edad, y gracias a su precoz capacidad de observación y sensibilidad artística, Ballarin asimiló sin dificultad el oficio ancestral de la fabricación del cristal de Murano, junto a maestros como Albino Carrara, Francesco Martinuzzi y Carlo Tosi. En 1973, abrió su propio horno-taller donde desarrolló todo su talento, creando piezas de gran belleza artística– cuyo acabado preciosista de inestimable valor se hace ver en importantes muestras en distintas latitudes. En 1989 crea en Venecia, junto a su hijo Roberto, la firma: ‘Vetreria Artistica Ballarin’, y desde entonces, confeccionan objetos tan disímiles como lámparas, tazas, vasos, platos, botellas, candelabros, jarrones y copas. Piezas de gran realce creadas con las técnicas tradicionales de Murano. Durante el pasado año, Giuliano Ballarin fue galardonado por el Instituto de Ciencias, Letras y Artes de Italia, con el Premio de Cristal en Venecia, un reconocimiento a sus excepcionales habilidades y, en particular, a su detallismo orfebre en la creación de la difícil filigrana conocida como ‘marca de agua.
Massimo Micheluzzi
Este veneciano de 58 años de edad, estudió Historia del Arte en la Universidad de Ca ‘Foscari de Venecia. Resulta curioso que su primer contacto con el cristal no fue fabricándolo, sino fotografiándolo. En los años 70 del pasado siglo, la pequeña firma familiar ‘Venini’ , de Murano, le encargó un catálogo de imágenes que le hizo enamorarse de las virtudes del cristal de esta isla. Poco tiempo después, comenzó a dar sus primeros pasos en el diseño y el trabajo artesanal con el célebre cristal gracias a las enseñanzas del maestro Andrea Zilio. La obra de Massimo se inspira fundamentalmente en la sempiterna belleza de su Venecia natal. Sus vasos y jarrones evocan la atmósfera otoñal de la ciudad junto a la laguna. En ocasiones, el gris de sus obras es neblinoso como el cielo veneciano antes de primavera. Otras veces, destella en sus piezas el brillo plateado de las aguas que corren serenamente por los canales. «Yo simplemente quería usar material estático para transmitir una sensación de movimiento como en la pintura de Canaletto«, aclara Micheluzzi cuando se le pregunta sobre algunas de sus obras en las colecciones permanentes del Musée Sars Poteries, en Francia, o en el Museo Metropolitano de Nueva York, entre otras importantes instituciones. ■