Durante la era nazi en Alemania, las obras de Barlach fueron consideradas como “arte degenerado”, por lo que fueron confiscadas y desmanteladas, y más de 400 de ellas sufrieron daños parciales.
De entre los expresionistas alemanes, Barlach se destacó como una figura solitaria, ya que no frecuentaba las ciudades, no asistía a las inauguraciones de sus propias exposiciones ni a los estrenos de sus obras de teatro, aún siendo uno de los dramaturgos con más éxito de su época. Él amaba la soledad y la naturaleza pura, y durante 30 años vivió recluido en una zona rural apartada del norte de Alemania.
Barlach se cuestionaba continuamente las ciegas promesas de bienestar que algunos auguraban, pues consideraba que el progreso debía ser el camino hacia un futuro en el cual las cualidades espirituales, éticas y humanistas fueran predominantes.
En sus esculturas se pueden observar representaciones de labriegos, mendigos, vagabundos y buscavidas, figuras simples y solitarias, escépticas e introspectivas, que Barlach utilizaba como una forma de enfrentarse a la glorificación de la técnica, al racionalismo y al materialismo predominante, para finalmente rebelarse en contra de la rápida aceleración de la sociedad industrial.
La Primera Guerra Mundial (1914-1918) reveló la agresiva y destructiva fuerza de la era técnico-científica y su búsqueda de que todo fuera más grande, más rápido y mejor, con un coste de más de 12 millones de vidas humanas, no sólo en el frente, sino también entre la población civil.
Para Barlach, no existieron ganadores ni héroes en esta guerra, sólo perdedores, por lo que en los siguientes años nunca se cansó de advertir de los peligros de la guerra y de la importancia de comprometerse con la paz. Esto no sólo se reflejó en sus doloridas e infelices figuras, sino también en los hermosos y esperanzados personajes tales como los cantantes, músicos y soñadores que eran capaces de elevarse por encima del desestabilizador estado del mundo.
Las obras de Barlach aún hoy representan un compromiso con la transformación del mundo de una manera poderosa, inmediata e inevitable. Una visión que él mismo describió en 1908: “Cuando estoy acostado de noche, y las almohadas de la oscuridad me oprimen, algunas veces me envuelve una luz melodiosa, visible para mis ojos, audible para mis oídos. Entonces, se agrupan los personajes hermosos de un futuro mejor alrededor de mi cama (…)”.
El grueso de esculturas de madera, terracota, bronce, porcelanas, dibujos y pinturas de Barlach se encuentran principalmente en Alemania, en la Iglesia de San Nicolás de Kiel y en la iglesia de Santa Catalina de Lübeck, así como también en la ciudad de Güstrow, en la calle Gertrudenkapelle y en su catedral. El que fuera su taller en Güstrow está abierto al público.
Además, existe una bella colección de sus esculturas y dibujos en los museos de la Sociedad Ernst Barlach de las ciudades de Ratzebourg y de Wedel. Para quienes deseen conocer mejor a este gran artista y pensador, su casa de Hamburgo también está abierta a los visitantes. ■