El pintor español, Salustiano García Cruz (Sevilla 1965) es conocido simplemente por su nombre de pila, sin apellidos, como despojándose de todo artificio, complemento o accesorio. La misma intención que utiliza en su proceso creativo.
SALUSTIANO GARCÍA. / Foto: David Palacín.
“Pienso en algo que quiero transmitir. Busco la manera de hacerlo. Le quito lo accesorio. Mejor si puedo contarlo con los mínimos elementos posibles, prácticamente es como si lo podara de ramas innecesarias, y, finalmente, intento materializarlo aplicadamente, con respeto y cariño”, nos dice el pintor desde una cabaña cerca del Parque Nacional Yosemite, donde se encuentra pintando para su próxima exhibición.
Salustiano estudió Bellas Artes en la Universidad de Sevilla y, en su apresurada carrera, ha cosechado triunfos en los más diversos escenarios alrededor del mundo con exposiciones tanto individuales como colectivas en Alemania, China, Chile, EE.UU, España, Japón, Rusia, Corea y Suiza. Su nombre también figura en los eventos más importantes como ARCO, Art Miami y las ferias internacionales de Moscú, Tokio, Frankfurt y Shanghái, entre otras. Admira a Hockney, Holbein y a Francis Bacon, pero encuentra inspiración en sus propias experiencias.
SALUSTIANO. → 1. Black Nº 2 (Jorg). → 2. Leire con pistola.
“Me influye todo. El arte que veo y la vida que vivo”. Le atraen especialmente las pequeñas cosas: la luz solar, el olor a tierra mojada y amapolas, las sombras, el verde si fin de una pequeña brizna de hierba, el mecanismo perfecto de las patas de una araña casi transparente, las vísperas de fiestas, la carne de membrillo. Comparte su vida con la escultora, también andaluza Ángela Lergo y su joven hijo.
Desde su primera exhibición, Hombre del Futuro (1994), en el Museo Provincial de Huelva, su obra intimista y poética ha cautivado la atención de críticos y coleccionistas. Con un dibujo fino, realista y una elocuencia humanista, su obra se debate entre la figuración renacentista y la sensibilidad oriental enmarcada dentro del contexto posmoderno que la abarca. Sus piezas destilan una refinada espiritualidad que cala profundamente la conciencia del espectador. Salustiano juega con la ironía y el humor pasando por la contemplación lírica y niega una preferencia religiosa.
Los fondos de sus pinturas son rojos como la sangre. No sólo porque usa este color como una propuesta poética estimulante, sino porque como la sangre, su obra penetra al espectador de forma visceral, sin tapujos. “He probado cientos de rojos y muchas maneras de ponerlo en el lienzo… el secreto consiste en ponerlo con mucho cariño. El rojo es un color lleno de connotaciones e intenciones. Provoca sentimientos de belleza, de absoluto, de ausencia de tiempo, de sosiego y a la vez es la expresión de la fuerza, es el color de la sangre, el color de la religión y de los elegidos. El rojo tiene el poder de trascender a su propia condición de color. Es más que un color, es un símbolo”. Recientemente el color negro ha comenzado a remplazar al rojo en sus cuadros. Es una forma de acercarse una vez más a lo absoluto.
Quien se enfrenta a la obra de Salustiano no se retira de la mirada desafiante de los modelos, al contrario, se aferra a la imagen casi como a un amuleto de buena suerte, una fuente de paz, armonía y balance. Su obra es perturbadora y bella pero ausente de una temática concreta. Su intención es solo atraer al espectador y ofrecerle un instante de belleza, de paz. “Busco causar un determinado estado de ánimo al que las contempla, pero siempre persiguiendo una finalidad emocional. En ese sentido, mi pintura trabaja como la pintura abstracta o la música”.
El pintor recurre a modelos anónimos, que encuentra en la calle para plasmar en sus lienzos. “Son personas no necesariamente bellas, pero que presiento que pueden ayudarme a transmitir una determinada emoción. Luego he descubierto que, en todos los casos, estas personas eran gente muy especial y, curiosamente, muchos de ellos estaban relacionados con la música”.
Casi siempre usa modelos en plena juventud. De esa manera se acerca a la espiritualidad animal que todos poseemos y que vamos perdiendo con los años, aunque en realidad ha pintado a personas de todas las edades, incluyendo a su joven hijo que “es bellísimo. Bellísimo a la manera en que lo son los ángeles, arcángeles y querubines”, como describe el artista a su primogénito.
Según el pintor, la figura humana es el mejor vehículo para trasmitir emociones. El género de sus modelos no es importante, es casi ambiguo. Basta una pose o intención cargada de emoción para que el humanismo del pintor reluzca con un lirismo que es cada vez más maduro, más controlado. “Para mí, un modelo es como un actor. Un vehículo que uso para transmitir su emoción al espectador. Establezco con la gente que ve mis cuadros la misma relación que un director de cine tiene con su público. El modelo (actor) es quien transmite la emoción”.
SALUSTIANO. Carlota fumando.
Una dosis de humor, poesía e ironía visita su obra con frecuencia y en ella la temática ausente es sustituida por la intención de propiciar emociones duraderas. “Nunca me he interesado por ‘el tema’, no hay discurso narrativo detrás de mi obra. Mis cuadros son imágenes que no pretenden contar ‘algo’, sino provocar una serie de sensaciones en el espectador o ni siquiera eso, porque una sensación puede ser demasiado evidente y pasajera. Yo busco algo más primitivo, más adentro, más sutil y duradero”.
Habla del realismo pictórico que como la fotografía, capta un instante, una mirada, un guiño transparente. Pero contrario a la fotografía, las imágenes de Salustiano se quedan en la memoria como algo que nunca fue, que tal vez será, un producto de la imaginación humana que lo aleja del realismo fotográfico en aras de la eternidad.
SALUSTIANO. Esteban.
Sus cuadros son el resultado de un proceso intelectual calculado y pulido hasta lograr el resultado deseado. “Una idea brillante, si no se desarrolla y pule hasta que quede perfecta, no podrá convertirse en una obra de arte. Las obras de arte que admiro no fueron fruto de la espontaneidad, el divertimento o la ocurrencia. Pienso en la catedral de Colonia, la Sonata para chelo y piano Nº1, de Brahms, o La Virgen del canciller Rolin, de Jan Van Eyck«.
Pinta lo que piensa y no lo que siente: “El arte se debe mirar con los ojos del alma pero se debe hacer con los ojos del cuerpo. Quiero decir, desde mi personal punto de vista, una obra de arte debería gestarse más en un laboratorio que en el diván de un psiquiatra”.
Sobre la belleza, comenta: “Decía Oscar Wilde que las mujeres no habían nacido para ser comprendidas sino amadas. Bien, creo que la belleza no debe ser definida sino que debe ser creada y admirada”. Y sobre el estado del arte en la alborada de un nuevo siglo nos dice: “Lo que más me gusta del arte en este momento es la libertad absoluta de los artistas a la hora de crear. Lo que menos me gusta es que el arte se ha convertido en un producto más de consumo”.
SALUSTIANO. Iris.
En su tiempo de ocio le gusta viajar por el mundo. Sus lugares favoritos son “aquellos en los que el horizonte parece que no nos alcanza nunca. Uno de los más bonitos que atesoro en el recuerdo fue hace dos años, en Japón. Alquilamos un coche y fuimos a la provincia de Nara. Nos adentramos en la naturaleza por una de las carreteras más hermosas que se pueda imaginar, pues circula por una jungla de bambú tan tupida, tan impenetrable que casi no se podía meter la mano entre las cañas. Llegamos a una pequeña bahía. La playa era de piedras. Las olas eran pequeñas y ronroneaban a mis pies como un bebé de tigre. No había nadie. Casi a tiro de piedra había un pequeño archipiélago de abigarrada vegetación. La belleza de aquel paisaje era sobrecogedora.
Salustiano mostró su más reciente exhibición personal en la galería Brockstedt de Berlín donde presentó su nueva serie en fondo negro titulada Black Absolute. Posteriormente algunos de estos trabajos fueron expuestos en Contemporary Istanbul, la prestigiosa feria de arte en Turquía. A principio del mes de Diciembre presentó Bus Stop in the Rain en Art Miami, también con la galería Brockstedt. ■