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Si hay algo que me encanta es ver a la gente abrazándose. No importa la razón, sea un acto de amor, de compasión o de protección, un abrazo acerca a las personas para que dos se conviertan en uno. Por naturaleza, los humanos tenemos una disposición a tocarnos como forma de conexión y comunicación, y de seguro el abrazo es una de las expresiones más emotivas que existe.
El tacto con otra persona trae beneficios físicos y emocionales. Tocar a otra persona, sea una palmadita en la espalda, un apretón de manos o un buen abrazo, eleva la sensación de felicidad y seguridad. Esto ocurre, entre otras razones, porque se libera oxitocina, la llamada hormona del amor. Y además, se ha comprobado que el tacto humano reduce los niveles de estrés y ayuda a relajarse. Así que la próxima vez que toques a alguien, piensa que estás dando y recibiendo una dosis de bienestar.
Si de algo disfrutan por ejemplo los hispanos es de una cultura que propicia el contacto humano. Para nosotros es común tocarnos, abrazarnos y sentir a la otra persona. Esto es también evidente en nuestro espacio físico: por lo general solemos acercarnos para reducir la distancia cuando estamos conversando. A los hispanos nos gusta sentir proximidad y eso es bueno para la comunicación y que debían asimilar otras culturas, ya que hay muchos elementos no verbales que se refuerzan cuando hay mayor cercanía.
La tendencia al contacto físico es natural entre nosotros los humanos. Podemos decir que todos nacemos con un gusto por sentir el tacto de otra persona y, de hecho, lo necesitamos. Se ha comprobado que un bebé que es abrazado y recibe cariño de piel suele crecer como una persona más segura. Otros estudios han mostrado que las familias en las que el contacto físico es natural suelen ser más felices, y en los matrimonios con hábitos de contacto similares suele presentarse una mejor comunicación y satisfacción con la pareja.
Un estudio reciente encontró que en Francia las parejas se tocan en promedio 100 veces durante una cena. En el caso de los estadounidenses, la cifra es dos, y si bien el ritmo de conversación puede ser similar, es evidente que el contacto físico propicia un mayor nivel de intimidad y conexión. Los franceses tienen la costumbre de saludarse con un par de besos en la mejilla, lo cual ya les da ventaja desde el principio. Esta costumbre me encanta, y también suelo saludar con un beso, algo que es muy común entre los hispanos.
¿Por qué entonces hay personas que resisten el contacto físico? La razón suele venir de experiencias desagradables o traumáticas que generan una aversión al contacto, aunque también influye la educación y la cultura. Marcar distancia, evadir abrazos, tensar el cuerpo ante el contacto son reacciones automáticas y muchas veces inconscientes. Esto no significa que sea necesariamente algo malo, pero es un aspecto que una persona puede trabajar como un camino para mejorar las relaciones consigo misma y los demás.
Para estar realmente “en contacto” ayuda mucho engranar la mente y el cuerpo, por eso la invitación es a que le prestes atención a lo que sientes cada vez que entras en contacto físico con otra persona. Y si es posible, toca más y con mayor frecuencia. Evidentemente estoy hablando de un contacto respetuoso y afectivo en el que esté presente la piel y también el corazón. Y si puedes incluir en tu día más abrazos, mejor todavía. Es una excelente manera de dar y darte una buena medicina.
Eli Bravo es el Director General y Editor Ejecutivo de Inspirulina, una plataforma de contenidos sobre bienestar, crecimiento personal y salud. ■