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Cuando se trata de placer sexual, existe una especie de entendimiento tácito que supone que la mujer debe tener un orgasmo en presencia del hombre y que este, a su vez, es responsable de que ella lo alcance. Y esta tarea puede ser a veces tan difícil que la mujer (o el hombre) optan por fingir un orgasmo en un extraño acto de desprendimiento. Nadie, sin embargo, debe sorprenderse de que esto pase. De hecho, el sexólogo Ian Kerner Ph.D., en su bien documentado libro She Comes First, sostiene que, como promedio, el hombre occidental alcanza el orgasmo en dos minutos y medio, mientras que la mujer necesita unos largos 21 minutos.
Personalmente, yo no he conseguido de momento encontrar una explicación satisfactoria para esta disparidad biológica. Pero la naturaleza es perfecta, y en la sexología taoísta podría haber una razón plausible, de la que tendría que ocuparme en un próximo artículo. Si los números son correctos —y estoy seguro de que lo son—, los hombres son quienes soportan la carga de la prueba… ¿Para demostrar qué? Ni más ni menos que su valía.
Lo que sabemos con certeza es que esa discordancia de tiempos para alcanzar el clímax en ambos sexos crea la necesidad de adaptarse al ritmo del otro, y que ese vacío hay que llenarlo. Uno de los comportamientos más reveladores se produce cuando uno de los miembros de la pareja finge el orgasmo. La ciencia ha analizado quiénes son los que fingen y por qué lo hacen.
El doctor Hugo M Mialon, en su artículo The economics of faking ecstasy, enumera cuatro señales engañosas entre la pareja durante el orgasmo. Primero, si una de las partes no llega al éxtasis, él o ella pueden simplemente fingir. Segundo, los hombres de mediana edad y los mayores son más propensos a fingir que los hombres jóvenes. Tercero, las mujeres jóvenes y las maduras suelen fingir más que las mujeres de mediana edad. Y cuarto, el amor, normalmente entendido como una mezcla de altruismo y compenetración, aumenta la necesidad de fingir. Además, sostiene Mialon, los datos también revelan una interesante relación entre la educación y la tendencia a fingir, tanto en hombres como en mujeres.
En otro estudio publicado en octubre del 2012 en los Archivos del Comportamiento Sexual de la Academia Internacional de Investigación Sexual, se revela que las mujeres pueden ser más propensas a fingir un orgasmo como estrategia para retener a una pareja masculina, especialmente cuando ella siente el riesgo de infidelidad. Según esta investigación, existe una estrecha correlación entre el orgasmo femenino fingido y ciertas conductas posesivas y celosas de ellas hacia su pareja, como enfadarse porque él coquetea o mira a otras mujeres.
En general, las motivaciones para fingir un orgasmo van desde la mentira piadosa por amor o un desinteresado y nada amoroso querer “terminar de una vez”, a síntomas de problemas más profundos, como la anorgasmia, que es la imposibilidad de llegar a un orgasmo.
La actitud que cada ser humano tiene hacia la sexualidad refleja sin lugar a dudas su personalidad y sus factores culturales, sociales, ambientales, fisiológicos y emocionales específicos. Una persona con actitud saludable hacia sí misma y hacia los demás será siempre más abierta a la interacción sexual y tendrá una mayor recompensa a todos los niveles, sin necesidad de empañar el momento con faltas de sinceridad.
Como recomendación práctica, esto es algo que puede ayudar a los hombres a resolver la falta de la sincronía biológica de la pareja para alcanzar el clímax: recuerden que, aunque no todas, la mayoría de las mujeres disfrutan y necesitan estimulación directa del clítoris, de forma manual u oral, para alcanzar el orgasmo. El dar permiso o animar a estas prácticas, así como aprender y disfrutar también del sexo sin coito, puede resultar sumamente beneficioso para una pareja. ■
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