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Algo tan sencillo y placentero como caminar a orillas del mar, descalzos y con el agua por debajo de las rodillas durante cinco minutos, puede cambiar nuestra realidad. También, el muy simple y matinal lavado del rostro con agua fría beneficia nuestro organismo. El secreto de estas sencillas acciones radicaría en la activación controlada de los receptores térmicos en nuestra piel, produciendo un efecto cascada sobre el sistema circulatorio y el neuro-hormonal.
La mágica interacción del hombre y el agua
El conocimiento de la acción benéfica del agua sobre el organismo está presente en prácticamente todas las civilizaciones antiguas. Las culturas mesopotámicas, junto a las civilizaciones persa, india y china, y de manera especial las culturas escandinavas, celtas y germánicas, atribuyeron al agua propiedades místicas y curativas. En la Antigua Grecia se practicaban rituales purificadores con agua en honor a Asclepios (Esculapio para los romanos), dios de la medicina. Hipócrates recomendaba prácticas de hidroterapia y el poeta Homero la menciona varias veces en sus célebres obras.En la civilización romana, esta terapia ocupó un lugar preponderante. Las imponentes instalaciones y los bajorrelieves en los baños de Diocleciano y Trajano dan cuenta de la importancia de la hidroterapia como práctica preventiva saludable. Posteriormente, mientras que las culturas árabes mantuvieron su respeto por el agua, en la Europa medieval perdió impulso hasta el siglo XVIII.El resurgimiento de las terapias basadas en agua a diferentes temperaturas tuvo su epicentro en el este de Alemania, donde los pequeños poblados de la región aprovechaban sus recursos termales. Los escritos y experiencias previas sirvieron de base al abad Sebastián Kneipp, conocido como “el médico del agua”, para desarrollar el Método Kneipp, pilar de la hidroterapia moderna.
Los pilares del método Kneipp
En sus fundamentos, la terapia Kneipp sostiene que la enfermedad aparece cuando decae la fuerza en el ser humano debido a una alimentación inadecuada y a un modo de vida alejado de los ritmos naturales. Señala como elementos nocivos la falta de adaptación al ambiente (contaminación y estrés), el sedentarismo, la alimentación desnaturalizada, el estado de angustia constante y el abuso de medicamentos o drogas. Contrapone a ello la acción de la hidroterapia y la terapia del movimiento, junto con elementos de la fitoterapia, de la dietética y de la terapia general para el equilibrio cuerpo–mente.La hidroterapia consiste en aplicaciones localizadas o totales del cuerpo con agua fría o caliente, alternativamente. El agua fría tiene por función desprender el calor superfluo del cuerpo, obligando al organismo a restablecer su orden natural y a eliminar elementos insalubres como grasas, toxinas y estados mentales nocivos. El contraste de temperatura (frío/calor) contrae y dilata los vasos sanguíneos, estimulando de esta manera los sistemas neurovegetativos, hormonales e inmunológicos. Además, incorpora algunas propiedades de las plantas a través de infusiones, jugos y compresas. Señala como un factor muy importante el retornar al placer del movimiento por medio de ejercicios o paseos activos. Por último, las prácticas de meditación contribuirían a obtener el tan anhelado equilibrio entre cuerpo y mente.
La palabra de la ciencia
Los científicos consideran que los beneficios obtenidos a través de la hidroterapia residen en la aplicación sistemática de diversos estímulos térmicos, mecánicos e incluso químicos sobre el cuerpo. Señalan que al estimular la reacción dilatación/constricción de los vasos sanguíneos se provoca un aumento de la circulación. Esto, a su vez, promueve la eliminación de sustancias nocivas, estimula la secreción hormonal y fortalece los sistemas inmunológico y nervioso promoviendo así un estado mental de relajación y bienestar. ■