En el siglo XIII, Venecia era una poderosa nación independiente que dominaba la política y el comercio en el Mediterráneo. Por entonces, sus mayores negocios eran el cristal y el vidrio, que ellos mismos fabricaban con fórmulas secretas y que por su belleza y durabilidad fueron muy solicitados en todo Occidente.
Corría el año 1291 cuando la República de Venecia decretó la destrucción de todos los hornos de fundición de cristal debido al riesgo de incendios. Se decidió que la pequeña y cercana isla de Murano, donde ya existían varios talleres activos, se convirtiera en el corazón de la producción de cristal de la Serenísima República de Venecia.
Los maestros cristaleros de la época fueron personajes relevantes y muy apreciados. Incluso estaban autorizados a portar espada y gozar de cierta inmunidad con el fin de proteger los secretos de su arte. Sin embargo, para salvaguardar las claves de la fabricación del cristal veneciano, también estaban obligados a vivir en la isla y tenían completamente prohibido abandonar la República.
En la actualidad, Murano es una pequeña y pintoresca isla rodeada de canales y preciosas residencias renacentistas. Un lugar en el que se respira la historia y en la que ávidos turistas, llegados de todas las partes del mundo, buscan con ansias las más variadas piezas de cristal de estilo italiano, fabricado en los mismos talleres en los que los grandes maestros cristaleros de antaño ayudaron a artistas de la talla de Picasso, Chagall o Fontana a crear obras de arte.
En Murano, muchas de las tiendas y talleres históricos se han convertido en prestigiosas marcas internacionales. Es el caso de Salviati, Barovier & Toso, Ferro Murano y Berengo Studio, entre otras, en cuyas fábricas los artesanos siguen usando las antiguas técnicas para fabricar vasos, joyas, jarrones y platos, así como las preciadas lámparas de cristal de Murano, uno de los productos más demandados.
El Palacio Giustinian merece una parada obligada durante una visita a Murano. La antigua edificación es la sede del Museo del Vidrio, que ofrece un recorrido a través de varios siglos de historia de la elaboración de vidrio y cristal en Venecia. Es aconsejable visitar el museo antes de realizar compras, pues muchas de las piezas que se exhiben en sus salas han sido fielmente reproducidas por los artesanos en sus talleres y algunas son de un enorme valor artístico.
Para descansar y recuperar fuerzas, el B Restaurant alla Vecchia Pescheria es una magnífica opción. Situado en Campiello della Pescheria, una céntrica y coqueta plaza muy cerca del canal, el restaurante ofrece la mejor cocina tradicional veneciana con platos sobresalientes como el risotto di pesce e capesante (arroz con pescado y mariscos); los camarones, pulpos y sardinas macerados en vinagre con cebolla, y el bacalao mantecado a la Vicentina. Y, por supuesto, es una oportunidad única para disfrutar de una de las especialidades de Murano: la riquísima anguila (bisato) estofada. ■