Situada sobre las costas del norte de San Diego, California, The Crescent es considerada una de las obras maestras del arquitecto estadounidense Wallace Cunningham. Construida principalmente con acero, hormigón y cristal, esta residencia comenzó como un ambicioso proyecto arquitectónico que se tradujo en una de las residencias más espectaculares de la costa californiana.
Aunque es difícil competir con las vistas del Pacífico que ofrecen los amplios ventanales ubicados en la habitación principal y las áreas comunes de la casa, sin duda uno de los mayores atractivos de The Crescent es su piscina infinita. Elemento central en el diseño, esta espectacular piscina se encuentra ubicada en la terraza principal y puede admirarse desde el momento en que uno entra en la casa. Flanqueada por impresionantes muros de cristal y ornamentada con mosaicos negros que subrayan los detalles del entorno, la piscina presenta una atractiva forma de luna creciente que, de hecho, ha sido el motivo de inspiración para el nombre con que se conoce la propiedad.
Entrar en The Crescent significa dar un paseo por sus rampas y terrazas, un recorrido que le hará olvidarse del mundo exterior. Si uno pone atención a la estructura de la casa, es fácil intuir que todo su diseño ha sido inspirado por las fases de la luna y las vistas al mar que ofrece su ubicación. Y aunque esta propiedad ciertamente no es una pieza arquitectónica tan audaz como la Residencia Razor —una de las obras más icónicas de Cunningham— sin duda es fiel representante del trabajo del afamado arquitecto.
La selección de materiales y la estructura misma de la casa exploran y extienden la profundidad de los espacios, dando una sensación de vastedad y amplitud vital para cualquier propiedad de playa. Asimismo, en The Crescent llama la atención la facilidad con la que Cunningham logra combinar una arquitectura francamente museográfica con las necesidades cotidianas de una residencia de lujo ubicada sobre uno de los terrenos más codiciados de los Estados Unidos.
El arquitecto recuerda vívidamente el inicio del proyecto y la primera vez que visitó la localización. “El terreno se elevaba desde la calle sobre una cresta que miraba hacia el océano”, señala Cunningham. “Nos subimos al techo de la casa de un solo piso que estaba ahí antes, y la vista se convirtió en el todo”.
Para aprovechar el maravilloso panorama que ofrecía el terreno, Cunningham decidió construir la casa a la inversa. De ese modo, la habitación principal, la cocina, la sala y el comedor —los espacios vitales— quedaron colocados en el nivel superior de la casa, mientras que el resto de los dormitorios, el gimnasio y la cochera quedaron acomodados en los pisos inferiores.
El entorno en sí, conjugado con las necesidades de los propietarios, dictó la ubicación y orientación de la residencia con respecto al terreno. El resultado es una estructura escultórica que se levanta sobre un breve acantilado y que no puede descifrarse, al menos, hasta que la puerta principal se abre para develar una de las casas más extraordinarias de la zona.
Con cuatro habitaciones, dos baños y medio, oficina, gimnasio y garaje para dos autos, esta propiedad —encantadora de principio a fin— se encuentra a la venta. Su precio estimado supera los 11 millones de dólares. ■