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El Deering State en Miami, con su lujosa mansión y su hotel, considerado el primero en la historia del sur de Estados Unidos, guardan muchos secretos e tesoros que los miamenses adoran. El lugar es idílico, bucólico e incluso pastoril. Es una ventana al nacimiento de una metrópoli, el momento en el que los nuevos ricos, esos hombres y mujeres sin herencia, que hicieron su fortuna a base de ingenio y sudor, descubrieron un nuevo mundo para establecerse con sus familias.
Una perezosa brisa tamiza suavemente las palmeras y trae desde el agua la memoria del lugar que fue, del lugar que sigue siendo. Por supuesto que ha cambiado, pero aún conserva la esencia de un pasado no tan lejano que parece haberse ido para siempre. Todavía se pueden observar las aves migratorias o al menos escuchar sus trinos, como otros tantos hicieron durante siglos. Los senderos naturales se bifurcan a lo largo de lo que fue la finca privada de Charles Deering.
El sitio es uno de los asentamientos más antiguos conocidos en el sur de Florida, con la reserva natural de vegetación tropical virgen más grande de la costa continental de Estados Unidos. Allí se han hecho excavaciones arqueológicas, y las más recientes lo remontan a diez mil años. El lugar fue adquirido por el estado de Florida en 1985.
Lo que se conoce como el Deering Estate es el sueño del industrial, filántropo y coleccionista de arte Charles Deering, que fue un ejecutivo en International Harvester, la empresa creada por su padre. En 1913, Charles se compró la entonces próspera villa de Cutler. La finca se ubica sobre 180 hectáreas de costa virgen, a un tiro de piedra del centro de Miami. Para 1916, Deering renovó el Hotel Richmond, en aquel momento el más austral del país, y lo convirtió en su residencia de invierno.
El sueño de un mundo de fantasía en el trópico estaba haciéndose realidad en Norteamérica. Pioneros, magnates, empresarios del ferrocarril, visionarios y especuladores, acudían al sur de la Florida con la visión de convertir las baratas tierras pantanosas en un sitio lleno de maravillas. El tiempo les ha dado la razón, Miami es hoy en día un guiso multicultural con muchos ingredientes: salado, dulce y picante.
El Richmond Cottage
El hotel original era un ejemplo de la arquitectura vernácula de la Florida. No tanto un estilo sino más bien un vocabulario de formas comunes sujetas al clima, el paisaje, los materiales disponibles y la artesanía de los talentos locales. Sus constructores encontraron la forma de hacer frente a las inclemencias del tiempo, al calor sofocante y a la estación de lluvias intensas y lo hicieron aplicando las técnicas de los nativos americanos e incorporando las modernas tecnologías de la época.
El hotel se construyó sobre pilares, elevados sobre el suelo para permitir la circulación del aire y mantenerlo seco. Se utilizaron placas y revestimientos en los listones para protegerlos de la lluvia. Grandes ventanas de guillotina daban la bienvenida a refrescantes brisas y la gran altura de los techos permitía que el aire caliente se elevara y que la corriente circulara por todo el edificio.
Deering soñaba con pasar los inviernos en su hogar del sur de la Florida pero, a pesar de su encanto rústico, necesitaba una importante puesta a punto. La fachada frente al mar se renovó tomando como referencia el estilo neoclásico de Nueva Inglaterra con columnas, cornisas y barandillas Chippendale.
Las pequeñas habitaciones se convirtieron en amplias estancias que invitaban a hacer más vida. Instaló también el agua caliente, gas, calentadores eléctricos, chapados de piedra en los frontales de las chimeneas. Y las terrazas del primer piso se cubrieron con pantallas para proteger a los huéspedes de los incómodos mosquitos y otros insectos.
En el primer piso, pasando por la terraza, el hall de entrada conduce a la sala de estar con la chimenea original instalada por su dueño durante la renovación de 1916. También hay un estudio, sala de desayunos, salón, comedor, despensa y cocina.
Arriba, en el segundo piso, se encuentran las habitaciones separadas del Sr. y la Sra. Deering, la zona del servicio y un estudio botánico, en el que Deering dedicó incontables horas a investigar la flora y fauna locales. El espacio está rodeado por otra galería que ofrece una vista de ensueño, una de las imágenes más icónicas de todo Miami.
El piso superior albergaba los cuartos de invitados y más tarde sirvió como almacén para los libros del patrón y todos los tesoros acumulados en sus viajes alrededor del mundo. Una vez que el espíritu inicial de la casa hubo cambiado, Deering centró su atención en el desarrollo del resto de la propiedad.
La Casa de Piedra
Listo para hacer de Cutler su residencia permanente, y después de un intento fallido de renovar un castillo en ruinas en Sitges, cerca de Barcelona, Deering contrató a Phineas Paist para construir su casa de piedra inspirada en el estilo Mediterráneo, muy de moda entre la clase alta de finales del siglo XX. Paist había trabajado como arquitecto supervisor de la ciudad de Coral Gables, y había cosechado los elogios y la atención de sus contemporáneos. Al lado de la cabaña Richmond, Deering construyó una ampliación de 1300 metros cuadrados inspirada en la arquitectura de Cataluña, región en la que aún tenía varias propiedades.
La Casa de Piedra se erige sobre gruesos muros de hormigón armado de 18 pulgadas de grosor con cubiertas en chapa de piedra caliza para imitar la fachada rugosa de Tamarit, su castillo español. También tendría un techo de tejas de arcilla cubanas, antiguas rejas de hierro forjado en las ventanas, puertas cubiertas de bronce y cobre y arcadas románicas con las columnas talladas a mano y capiteles que representan motivos, principalmente botánicos y de animales, aunque algunos retratan la imagen de su hermano James y otras escenas mundanas.
Los arcos góticos y moriscos hacen referencia a su predilección por la arquitectura española. Para conseguir ese toque de elegancia europea, Deering incluyó casetones de arista, techos con vigas de hormigón armado, yeso teñido que imitaba madera, un balcón de Julieta, una plataforma desde la que contemplar el sol, ascensor, una cúpula con instrumentos para predecir el clima, incluyendo un pararrayos con punta de platino y detalles de conchas en el techo.
La pieza central de la primera planta es la Sala de Baile, con 17 pies de alto artesonado que imitaba vigas de madera talladas y pintadas como en los palacios renacentistas, aunque éstas eran de hormigón para evitar incendios. El tapiz italiano del siglo XV situado sobre la chimenea fue un regalo de su medio hermano James, que estaba construyendo su propio palacio neoclásico, Vizcaya, también en el sur de la Florida.
El manto está flanqueado por un cuadro de Ramón Casas, titulado Procesión de Miércoles de Ceniza en Barcelona. El vestíbulo estaba totalmente ocupado con esculturas de Augustus Saint-Gaudens. También hay una biblioteca en el primer piso frente a la Sala de Baile, donde Charles mantenía clásicos de la literatura de ficción, manuscritos de lenguas extranjeras y libros de fincas campestres bellamente ilustrados.
Los señores Deerings tenían sus respectivos dormitorios en el segundo piso. Se dice que a Deering le gustaba escuchar los sonidos de sus amados pájaros provenientes del porche del segundo piso junto a su habitación, en el lado opuesto del estudio. Con el fin de proteger su fabulosa colección de arte, la Casa de Piedra fue construida sin cocina ni comedor.
La cabaña Richmond fue el lugar para la cocina y las comidas, mientras la familia fue dueña de la casa. La bodega contenía una bóveda, donde Charles guardaba su gran colección de vinos durante la prohibición. Una antigua vecina de los Deerings, Mary Warren Hudson, describe la casa como “un lugar cálido y acogedor, hermoso, un lugar de riqueza y buen gusto sin pretensiones”.
Charles Deering no vivió mucho tiempo en su amada finca de Cutler, solamente cinco años, de 1922 a 1927. Este último año es cuando murió, en su dormitorio del segundo piso de la Casa de Piedra. En su testamento estipuló que la finca se mantendría en fideicomiso, siempre y cuando hubiera un heredero directo.
Cuando en 1982 murió Bárbara, la hija más joven, los herederos en segundo grado pusieron la propiedad a la venta. En 1985, el Estado de la Florida y Metro Dade (ahora Condado de Miami Dade) compraron la finca por 22,5 millones de dólares.
El huracán Andrew devastó la propiedad en 1992, dañando gravemente la mayor parte de sus terrenos incluyendo las casas históricas. El lugar se mantuvo cerrado durante más de ocho años, mientras duraron los trabajos de rehabilitación cuyo coste ascendió a 7 millones de dólares. Hoy en día el Deering Estate es una reserva arqueológica, ambiental e histórica, y está incluida en el Registro Nacional de Propiedades Históricas. Para visitar o conocer más de esta lujosa mansión, visita su sitio web. ■
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