Al millonario y empresario inglés Richard Branson le han dicho numerosas veces que pretende demasiado y abarca en exceso. En cada anuncio de incursión en un negocio nuevo, el mundo pensaba que Branson estaba yendo muy lejos, pero nunca tanto como cuando en el 2004 anunció la fundación de Virgin Galactic, una división de su conglomerado Virgin Group, que buscaba llevar aeronaves al espacio exterior para un turismo de otro mundo.
Con la promesa de realizar el primer vuelo en órbita en 2008, los plazos se fueron aplazando hasta un frenazo fatal que pareció aterrizar los sueños de Branson: en 2014, durante un vuelo de prueba de su nave SpaceShipTwo (SS2), esta sufrió un desperfecto y se estrelló en Mojave, California. Murió uno de los dos tripulantes y parecía que Virgin Galactic se despedía de este mundo.
No fue así. Branson puso a su equipo a trabajar en otra versión del SS2. El pasado jueves 26 de julio, hizo que despegara la nave apoyada por su avión de impulso, el futurista WhiteKnightTwo (WK2).
El VSS Unity, nombre del modelo acoplado del SS2 con el WK2, despegó desde Mojave hasta que el SS2, desaclopado de la nave madre, logró alcanzar una altura de 52 kilómetros, llegando a la mesósfera, la capa de la atmósfera situada por encima de la estratósfera.
En el vuelo, piloteado por Dave Mackay y Mike Masucci, el SS2 llegó a alcanzar una velocidad 2,47 veces superior a la del sonido, y aterrizó con éxito en Mojave. Hoy el proyecto de Richard Branson de turismo espacial está más robusto que nunca.
Richard Branson no cree en límites. Cuando fundó Virgin Group, lo hizo con un modesto estudio de grabación que pronto convirtió en sello discográfico, y poco tiempo después en cadena de venta de discos. Desde entonces, han sido incontables las veces que le han dicho que pare la mano. Pero eso no ha ocurrido. Al contrario, el Virgin Group ha ido ampliando su espectro de acción a la venta de bienes raíces, la telefonía móvil, gimnasios e incluso la venta de bebidas alcohólicas.
Esta actitud para hacer adelantarse a su tiempo, al extremo de parecer que está más bien saltándose vallas, es lo que hizo de Virgin Galactic un paso lógico para un hombre a quien este mundo parece, literalmente, quedarle chico.
El éxito del SS2 es un paso importante para materializar el negocio del turismo espacial, pero aún falta más. Virgin Galactic pretende que su nave llegue a la termósfera, alcanzando una altura de 110 kilómetros.
El costo de este viaje por el espacio exterior, al que se estima que 800 personas ya se han apuntado para cuando se alisten los primeros vuelos, es de $250 mil, algo que equivaldría a gastar $1,666 por segundo en un vuelo de una duración de 2 horas y media. Richard Branson lidera la lista, lógicamente.
Si quieres reservar un viaje en Virgin Galactic, ruega por que la lista de espera no sea muy larga: el SS2 tiene espacio para apenas seis pasajeros fuera de la tripulación. Y, según estima Virgin Galactic, la cereza del pastel, que es flotar por la nave una vez que se haya eliminado la gravedad terrestre, será una experiencia de tan solo 30 minutos. Cabría preguntarte qué harás en esa media hora para sacarle el mayor provecho. ■