Fue un monje benedictino francés del siglo XVII llamado Dom Pierre Pérignon, quien descubrió que algunas botellas de vino, que guardaba con esmero en los subterráneos de su abadía, explotaban tras producirse ocasionalmente una segunda fermentación. Desde entonces, la aceptación de este voluptuoso, sensual, sugestivo y burbujeante elixir dorado, que comenzó su andadura casi por casualidad, ha subido –nunca mejor dicho– como la espuma, y en la actualidad se elabora en muchos lugares del mundo. En Francia se le denomina Champagne, en Alemania Sekt, en España Cava, en Italia Spumante, en USA e Inglaterra Sparkling Wine y en Argentina y Latinoamérica Champaña o Espumante.
Pero es sobre todo en Argentina donde, en los últimos años, la calidad de su champaña ha traspasado fronteras, conseguido importantes galardones y entusiasmado tanto a consumidores como a los críticos internacionales más reputados y exigentes.
Este fenómeno se refleja por ejemplo en el récord de muestras de espumantes presentadas este año (220% más respecto del 2007) en el Argentina Wine Awards 2013, un evento planeado para evaluar y premiar la calidad y los avances de la industria vitivinícola argentina. Durante el 2012, el país produjo 417.000 hectolitros, de los cuales 48.000 fueron exportados. Ubicándose la producción total anual en 55 millones de botellas. Durante ese mismo año, las exportaciones mostraron una excelente progresión y los países latinoamericanos y Estados Unidos fueron los principales responsables de este substancial aumento.
A finales de los años 50 del pasado siglo, la casa Moët & Chandon, de Epernay, la ciudad más significativa de Champagne en Francia, planeaba situar, por primera vez en varios siglos de existencia, bodegas y viñedos fuera de Francia. El país señalado fue Argentina. Renaud Poirier, por entonces enólogo de la compañía, exploró diversos parajes, y concluyó que el emplazamiento más idóneo para tal propósito era la provincia de Mendoza. Uno de los motivos fundamentales de la elección de Monsieur Poirier fue el clima seco y soleado del lugar, ideal para este cultivo. Corría el año 1959 cuando el proyecto de instalar la bodega concluyó. En la actualidad, la filial argentina de Moët & Chandon elabora espumantes tan aclamados como el Terrazas de los Andes o Barón B, entre otros.
Es en la zona de Mendoza y en la demarcación próxima al pie de la cordillera de los Andes, donde se sitúan la mayoría de las 75 bodegas que, en la actualidad, elaboran espumantes en la Argentina. Las variedades de uva blanca utilizadas habitualmente para su elaboración son la chardonnay, malbec, pinot noir, sauvignon y semillón, entre otras, y aunque se utilizan los dos métodos tradicionales de transformación del espumante – el Champenoise y el Charmat – es actualmente el Champenoise el método más empleado por la inmensa mayoría de bodegas. Este procedimiento realiza la segunda fermentación en botella, en contraposición al Charmat, que se efectúa en grandes depósitos de acero inoxidable. Pero ello no implica que un método sea mejor que el otro, ya que tanto la calidad del resultado final como sus propiedades organolépticas no varían en absoluto.
Resulta ciertamente complicado citar a todas las bodegas que producen espumantes en Argentina, pero no hay equivocación alguna al destacar otras que, por su trayectoria y savoir-faire, han conseguido situarse entre las más reconocidas. En primer lugar habría que distinguir el prestigio de Bodegas Casa Bianchi, que elaboran en Mendoza productos de excelencia como el Bianchi Extra Brut o el exclusivo y reconocido Stradivarius Extra Brut Cabernet Sauvignon 1998, el único espumante argentino que ha logrado ingresar al Top 10 Mundial, llevando a la Argentina por primera vez en la historia al podio de los 10 mejores champañas del mundo.
Aparte de la ya citada y reconocida Moët Chandon Argentina, despuntan también bodegas como Dante Robino (Novecento Extra Brut, Dante Robino Extra Brut…), Rosell Boher (Grande Cuvée Millésimée, Rosell Boher Brut…) Cruzat (Cuvée Reserva, Clásico…), Finca Flichman (Finca Flichman Extra Brut), Luigi Bosca (Finca La Linda Extra Brut, Bohème Luigi…) y Tierra Mayor (Tierra Mayor Espumante). Todas ellas, empresas que han apostado por la perfección y que en poco tiempo han conseguido cautivar a la prensa, a los distribuidores y a los importadores en mercados antaño tan complejos como el norteamericano, a la vez que han logrado colocar a la Argentina como productor de espumantes de calidad excepcional. Por todo ello, hay un potencial de crecimiento muy grande, porque se trata de una novedad en la que impera la virtud. El consumidor norteamericano se sorprende al percibir que hay buenos champañas en el país albiceleste y de que el Sparkling Wine, como es denominado en USA, es de su gusto.
Si bien no hay un patrón definido, sí que se han realizado estudios de mercado, con cuyos resultados en la mano puede hablarse de una explícita tendencia a complacer a un consumidor inteligente y sin complejos, ávido por conocer nuevas sensaciones y que no se deja influir por encorsetadas reglas de consumo. Y, por supuesto, no tienen miedo a transgredir los estereotipos clásicos del Champagne.
Los clientes clave para el espumante argentino son y van a ser en los próximos años los Estados Unidos, China, Inglaterra, Norte de Europa, Brasil y Japón. Son, varios de ellos, mercados con una repercusión mundial muy grande. Seguramente que en un breve espacio de tiempo Argentina estará en condiciones de ser en este ámbito la nueva Chile, la nueva Australia o Sudáfrica. Tiempo al tiempo. ■