Cada vez es más habitual que lo artístico se refleje en lo cotidiano. Son muchos los escultores, pintores y artistas contemporáneos que se adentran en el mundo del diseño de piezas de mobiliario y objetos que habitualmente se relacionan más con lo funcional o el adorno, que con el arte en sí. Otros tantos hacen de una taza, un cubierto o un plato, una verdadera joya.
¿Uno puede admirar un plato igual que se deleita ante un cuadro? Esta pregunta pone de manifiesto la discusión abierta que existe acerca de si los platos de Limoges, diseñados por Cindy Sherman, las sillas de Franz West, las lámparas de Tobias Rehberger, las mesas de Peter Zimmerman o los floreros de Kenny Scharf, son arte o diseño.
Michelangelo Pistoletto.
Algunos de estos trabajos habitualmente no pasan al gran público, más bien suelen quedarse en manos de coleccionistas o tiendas especializadas. Otros, en cambio, sí llegan a tener una producción mayor y más asequible. Este año, por ejemplo, la casa Bernardaud, prestigioso fabricante de vajillas de lujo, lanzó una colección para celebrar su 150 aniversario. La firma invitó a doce artistas: pintores, escultores, diseñadores y cineastas contemporáneos, a plasmar su imaginario en 12 platos.
El resultado: un arte que no está en los museos, que está sobre los manteles, entre copas de vino, carnes y sopas. «Se trataba de reafirmar el apego de la casa con la modernidad», cuenta Bernardaud. Estos platos se venden por series, a precios que se mueven entre los 550 euros y los 1.600 las seis piezas. Cada plato cuenta una historia diferente. Por mencionar sólo algunas, y no desvelar el misterio de la vajilla, decir que la de la artista francesa Sophie Calle es, sin duda, de las más divertidas. En su serie de platos narra el encuentro con un artista hace 30 años en una barbacoa. Al finalizar la velada, ella le advierte de que no se le ocurra besarla, ante lo que él le responde: «No iba a hacerlo. Además, comes como un cerdo». Por otro lado, el artista y cineasta David Lynch, cambia de tercio y refleja el mar como escenario. Y después de una buena comida llega la hora del café y lo haremos con la taza del artista italiano Michelangelo Pistoletto, El tercer paraíso, para la Illy Art Collection, una serie de tazas de café que desde 1992 diseñan artistas relevantes del panorama internacional para la firma italiana.
Pero esta inmersión del arte en el diseño, ni es nueva, ni es exclusiva de la buena mesa. En el año 2009 en la Feria del Mueble de Milán aparecieron las lámparas «HOOO!», diseño de Jenny Holzer. Esta artista norteamericana creó lámparas para las firmas Flos y Baccaratt, en edición limitada: 49 ejemplares de la versión de mesa y 9 ejemplares de la de pie. El cuerpo de la lámpara es un jarrón de cristal, diseñado por Philippe Starck. En la Feria también pudo verse la pieza Starbrick del artista danés Olafur Eliasson, un sistema de iluminación modular para la firma Zumtobel. Se trata de un ladrillo de luz con forma geométrica estrellada, que se puede construir de distintas formas: en muros, columnas o elementos tridimensionales.
Es interminable la lista de artistas que coquetean con el diseño: Rachel Whiteread con su sofá para la firma inglesa SCP, las alfombras de Sarah Morris, Gavin Turk y Gary Hume para la marca Christopher Farr o las mesas en mármol diseñadas por Zaha Hadid para Citco. Andrea Blum, John Bock, Elmgreen & Dragset, Liam Gillick, Allan McCollum, Ugo Rondinone o Rirkrit Tiravanija, han creado también muebles, juegos y adornos para la firma de diseño Cumulus Studios, fundada por la paisajista Nathalie Karg.
Mesas en mármol diseñadas por Zaha Hadid.
Después de este repaso por la inmersión del arte en el diseño, queda clara la conjunción e importancia de contenido y forma. Degustar una exquisita comida en un plato que contiene la historia de un artista o beber un café en una taza que te cuenta un cuento, si no es arte, al menos es un auténtico sueño. Buen provecho. ■