Para los interesados en las artes, decir Art Basel es conectarse con lo mejor del arte moderno y contemporáneo del mundo entero. Para la mayoría del público, sin embargo, esas palabras pueden significar un sinnúmero de cosas. Desde creer que es un nuevo movimiento artístico, hasta unas enormes carpas que colocan entre Midtown y Wynwood y unos paraguas en la Calle Ocho. Pero pocos saben que la palabra Basel viene de Basilea, una ciudad suiza donde se celebra anualmente la mayor exhibición y venta del más cotizado arte mundial y que Miami Beach es una extensión de esa feria mundial.
JENNY HOLZER. Money Creates Taste.
Gracias a conocedores y coleccionistas residentes en Miami, desde hace 12 años se celebra Art Basel Miami Beach en este territorio del sur de la Florida. Un privilegio para esta ciudad de sol y arena: el haber sido escogida la segunda ciudad donde los compradores del mejor arte consagrado y emergente acuden por segunda vez en el año a ponerse al día con sus posibles inversiones. A Basilea, durante el verano europeo, y a Miami Beach, durante los primeros días de diciembre, que es sinónimo de cielos luminosamente azules y temperatura agradablemente cálida. Una tercera ciudad abrió sus puertas para esta misma feria a principios de este año. Esta vez se fue a un tercer continente, Asia, con la aún novata Art Basel Hong Kong.
Aunque varios barrios de Miami se visten de arte durante estos primeros días de diciembre, y anuncian sus actividades como Art Basel, solo el Miami Beach Convention Center alberga lo que realmente es Art Basel. Todo lo demás se apropia del mágico título adjudicándose el cotizado nombre de Basel, por pura fantasía, pereza o carnada, creando una magna confusión y desinformación.
Una vez aclarado el error de consumismo y oportunismo de todas las demás ferias anexadas que se aprovechan de Basel para hacer su zafra, veamos cómo fue que se sucedieron “los días de wine and roses” que preceden la navidad 305.
JOAQUÍN TORRES GARCÍA. Estructura a cinco tonos con dos formas intercaladas, 1948. Galería Sur.
Cada año de Basel deja una huella diferente. Si años anteriores fueron animales feroces y sangrientos, telas inmensas de artistas chinos hasta entonces desconocidos, o rutilantes desnudos e instalaciones extravagantes, 2013 se caracterizó por sorpresas más sofisticadas, mayor cantidad de obras de artistas consagrados y excepcionalmente reconocidos, un público menos europeo y más latinoamericano, y sobre todo, más calidad en número exponencial.
Los maestros de siempre no faltaron. Picasso se rodeó de Chagall, Matisse y Calder; Man Ray y Duchamp se codearon con Pollock y Modigliani. Siqueiros y Leonora Carrington se dieron la mano con Torres García, Xul Solar, y Gunther Gerzo. Andy Warhol conversó con Rothko y Twombly, Donald Judd con León Ferrari, Keith Haring con Jesús Rafael Soto, y Cruz Diez saludó a Wesselman.
Mundos apartes con estéticas diferentes y planteamientos diametralmente opuestos que llenan de vida y color los salones. De gustos tan disímiles como atractivos.
Ana Mendieta pudo conocer a Hernan Bas, dos generaciones de tortuosas visiones. Encuentros uno en campo abierto, el otro en ensenadas fangosas de manglares boscosos. La performer Marina Abramovic mostró una inédita cualidad en una pequeña pintura abstracta de color rojo que se abrazó con un óleo inusual de Allora y Calzadilla.
Galerie Lelong. ANA MENDIETA. Installation view.
Mención aparte merece Richard Meier. Un arquitecto tan premiado como respetado dedica sus momentos de solaz a hacer collages irreverentes con detritus de cartón y papel, que pega junto a fotos de mujeres desnudas en posiciones frontales pornográficas y las mezcla con fotos de líderes mundiales y hasta con papas. Rincones como éste con los pequeños collages de Meier pasan inadvertidos para los muchos transeúntes que no entran a galerías de obras pequeñas y se pierden en medio de los inmensos lienzos pintados de Judd y las telas pegadas a manera de enormes collages como pueden ser las obras del español Manolo Valdés.
Otro elemento que caracterizó a este Basel 2013 fue la cantidad de esculturas exhibidas y provenientes de artistas de tan lejanas tierras como las bicicletas del insigne y valiente chino Ai WeiWei y una cabeza monumental de niña, hecha en bronce pintado de negro titulada Lucy del japonés Yositomo Nara. Esculturas geométricas no faltaron en otras galerías para embellecer el ambiente con su orden estético.
Algo que abunda en la más reciente estética y que Basel mostró con generosidad son las obras con palabras escritas a manera de sentencias lógicas y consecuentes. Como ejemplo de esta innovadora forma de expresión se destacó una banqueta tallada con epigramas, de Jenny Holzer, que dice entre otras cosas Money Creates Taste. Otra, Any Surplus is Inmoral.
RICHARD MEIER. Galerie Gmurzynska.
No faltaron las fotografías de gran tamaño hasta alcanzar medidas exuberantes de 12 pies cuadrados, multifotos a veces como collages y otras ordenadas en secuencias. Otras de menor tamaño y tan comunes como tantísimas fotos de viejas casonas arruinadas de La Habana y que hemos visto en libros, o una foto tomada por el controversial Andrés Serrano de jugadores de dominó descamisados fueron las ofertas de otras galerías menos originales.
La gran sorpresa de este año en Art Basel fue una obra de la artista cubana residente desde hace muchos años en Puerto Rico, Zilia Sánchez. Su manera de trabajar el lienzo modulándolo con maderas que estira hasta lograr las ondulaciones buscadas es preciosa e impresionante. La galería Lelong de Nueva York la representó en Basel Miami Beach 2013 con una inmensa obra blanca, una de sus topografías eróticas, que detuvo muchas veces la marcha de los visitantes.
Y para cerrar, Lucio Fontana, el escultor, pintor minimalista italoargentino que lacera la tela con una cuchilla, la hiere con una incisión profunda, a veces una sola vez, a veces varias, siempre limpia, sin derramar sangre. De todo lo que vi, me quedo con una de sus telas mutiladas. Su precio, 5 millones de dólares. Será en mis sueños. ■