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La bigorexia es una nueva modalidad de la dismorfobia, la imagen distorsionada del propio cuerpo que origina obsesión y rechazo. Una enfermedad que compite en importancia con las conocidas anorexia y bulimia, y que se relaciona también con la ortorexia. Este mal, presente en la sociedad actual, ataca especialmente a los hombres jóvenes y fue descrito por primera vez por el doctor Harrison Pope, profesor de Psiquiatría de la Harvard Medical School de Boston, Estados Unidos, quien la definió como: “un trastorno relacionado con la percepción del físico que se caracteriza por una obsesión creciente por incrementar el volumen de los músculos”.
“Los últimos tres años de mi vida han sido una auténtica pesadilla. Varias veces al día me miraba detenidamente en el espejo y me pesaba en la báscula. Pasaba muchas horas en el gimnasio, pero me sentía débil. En casa estaba siempre malhumorado y no comía nada que no fueran proteínas, cereales y pasta. Comencé a tomar unas pastillas que me recomendó un amigo para sentirme más fuerte y seguro de mí mismo. Me cambió totalmente el humor. A los dos meses, mis padres decidieron buscar ayuda médica. Perdí a todos mis amigos, a mi novia, y suspendí mi primer curso en la Universidad. Ahora estoy en tratamiento psiquiátrico y me están enseñando a quererme tal y como soy”. Estas son las amargas palabras de Alberto R., un joven madrileño de 18 años que cayó en las garras de una enfermedad denominada bigorexia.
El Dr. Pope sostiene que el perfil psicológico del bigoréxico es el de una persona insegura, introvertida, con problemas de integración, que siente rechazo por su cuerpo y tiene baja autoestima. “Un individuo que puede pasar casi una jornada entera en el gimnasio, abandonando sus actividades sociales y laborales, y sumiéndose en un mundo propio que le es más propicio”, explica el Dr. Pope.
En el terreno de la alimentación, el bigoréxico mantiene una dieta, rica en proteínas y baja en grasas, centrada en alimentos que desarrollan masa muscular, como las claras de huevo, la fécula, las pastas y las carnes rojas, entre otros. Además, para potenciar la efectividad de su supuesta “dieta milagrosa”, el bigoréxico toma laxantes, diuréticos y complementos vitamínicos que adquiere en tiendas y gimnasios sin ningún control médico.
Por otro lado, entre los bigoréxicos es muy común consumir anabolizantes y hormonas —sobre todo, fármacos indicados para niños con problemas de crecimiento— para desarrollar el volumen de sus músculos. Y, por supuesto, ingieren los temidos esteroides, adquiridos sin prescripción médica, los cuales pueden provocar terribles efectos secundarios como lesiones en el hígado, problemas cardiovasculares, agrandamiento de la próstata, reducción del tamaño de los testículos, impotencia, acné o crecimiento del pecho (ginecomastia). Todos estos problemas se acrecientan cuando el organismo se encuentra en pleno desarrollo, es decir, cuando se es demasiado joven.
Según la doctora Alexandra Vázquez, profesora de Psicología Social de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) de España, “lo difícil con esta adicción es reconocerla, porque estamos permanentemente bombardeados con mensajes sobre lo beneficioso del ejercicio físico y lo importante que es poseer un cuerpo maravilloso”.
Un estudio realizado por un grupo de investigadores del Boston Children’s Hospital, el hospital infantil universitario de la Harvard Medical School, concluye que el 17,9 por ciento de los 5.527 varones adolescentes encuestados estaba extremadamente preocupado por su peso y su condición física (consejos para estar en forma de una forma saludable). El estudio, publicado en la revista médica JAMA Pediatrics, asegura que los niños tienden a estar más interesados en la musculatura que en la delgadez.
Del mismo modo, este estudio muestra que los hombres preocupados por sus músculos y que usan suplementos —tales como hormonas de crecimiento o esteroides— son el doble de propensos a beber alcohol en exceso con frecuencia y tienen más posibilidades de empezar a consumir drogas.
Por su parte, el doctor Carlos Fanjul, profesor de la Universidad Jaime I de Castellón de la Plana en España, en su estudio sobre la bigorexia concluye: “Compararse con ideales elevados puede ser devastador. No es de extrañar que más del 20 por ciento de los jóvenes reconozca haber tomado fármacos para aumentar su masa muscular. La urgencia de la autoestima y el reconocimiento social los lleva a tomar atajos para conseguir el cuerpo perfecto”.
Vivimos en un mundo en el que la imagen es fundamental. En los últimos años, la influencia de los modelos publicitarios es cada vez mayor entre los más jóvenes. La falta de autoestima se ve acrecentada con la influencia de la publicidad y, por otro lado, existe el falso concepto de que sólo un cuerpo perfecto resulta atractivo y asegura el éxito. Si a todo esto le sumamos una personalidad que está formándose, sin capacidad de autocrítica, y con unas expectativas vitales donde lo más importante es ser aceptado socialmente, se originan problemas psicológicos tan reales y demoledores como la bigorexia. ■