La historia del reloj La Esmeralda comienza en 1860, cuando Constant Girard-Perregaux, fundador de la firma suiza, se marca una meta: fabricar una pieza única, un “guardatiempos” que mostrara su movimiento interno —su alma— para que fuera reconocible a la vista de inmediato. Constant dio con una solución al colocar sobre el mecanismo tres puentes paralelos visibles. Al principio, los puentes que diseñó eran rectos, de extremos puntiagudos y realizados en alpaca. Tiempo después, adquirieron la forma de flechas, y luego pasaron a ser de oro de 21 quilates.
Este ingenioso mecanismo comenzó a recibir premios por su precisión. El más importante de ellos fue una medalla que le otorgó el jurado de la Exposición Universal de París en 1867. Pero en 1889, se presentó un nuevo desafío para Gerard-Perregaux: una nueva Exposición Universal en París, la cual sería recordada para siempre porque vio nacer a la icónica Torre Eiffel.
La ocasión merecía presentar a concurso un reloj excepcional y eligieron un modelo dotado de tourbillon (un mecanismo creado en 1795 por el relojero Abraham Louis Breguet que compensa el efecto negativo de la gravedad sobre el reloj) bajo tres puentes de oro. El calibre se encajó en una pesada caja de oro rosa cuyo grabado se encomendó al experto Fritz Kundert, quien utilizó todas las técnicas conocidas de la época —la mayoría perdidas hoy, lamentablemente— para elaborar una rica decoración. El 29 de septiembre de aquel año se conoció el veredicto del jurado: por supuesto, la última creación de Gerard-Perregaux recibió una medalla de oro.
Tras la exposición de 1889, el reloj fue bautizado como La Esmeralda, y la inscripción grabada con su nombre se confió a los famosos agentes de relojería y joyería Hauser, Ziwy & Co, con establecimientos en París y México. Poco después, la pieza pasó a las manos del general Porfirio Díaz, entonces presidente de México.
Hubo que esperar hasta 1970 para que La Esmeralda reapareciera en público. Ocurrió cuando un heredero del general Díaz contactó a uno de los copropietarios de Girard-Perregaux que se encontraba en México y le propuso la venta del célebre reloj. El negocio se cerró rápidamente y, desde entonces, La Esmeralda —junto con sus medallas— figura como una pieza maestra del Museo Girard-Perregaux de La Chaux-de-Fonds en Suiza. ■