La finca más exclusiva de España y la más conocida fuera de sus fronteras se llama La Nava y está en la provincia de Ciudad Real, en Castilla-La Mancha, tierra de Don Quijote. Allí, entre miles de hectáreas de olivos y vides, acuden a cazar desde personalidades que integran la célebre lista de la revista Forbes hasta la propia
Carolina de Mónaco . Sus dueños, la familia del español Javier Medem, organizan un ojeo de perdices que tiene fama mundial. El servicio es único y a la antigua usanza, con doncellas de cofia y guantes y con detalles impensables hasta en un hotel de cinco estrellas.
Esta casa de campo se halla a algo más de dos horas en auto desde Madrid. Acoge reuniones discretas y de carácter exclusivo, y también es escenario de seminarios y convenciones corporativas. Uno de sus puntos fuertes —y la razón por la que muchas celebridades y magnates recalan en su territorio— es que cuenta con un aeropuerto privado para jets.
Dispone de dos casas: Navalaumbría y El Barranco. Cada una tiene 14 habitaciones dobles en suite, todas diferentes entre sí, dotadas con la tecnología más avanzada. En las áreas comunes, los clientes pueden disfrutar de un spa, un gimnasio acristalado, una sala de cine, salas de reuniones, salones para juegos y una piscina infinita con vistas espléndidas a toda la finca.
En La Nava, los detalles son ilimitados y a veces imperceptibles, pero son los que convierten a esta finca en un hotel de siete estrellas, sin serlo. Sus dueños lo denominan “concepto habitacional de servicio todo incluido”. La vajilla se cambia constantemente, según el momento del día, y hace juego con la mantelería y el uniforme de las gobernantas y doncellas. Cuando el huésped aterriza en La Nava, lo recibe a pie de pista el servicio uniformado, con toallas para que se refresque, y un automóvil con un chofer que habla su idioma.
Las actividades que se pueden realizar en La Nava van más allá de la caza pues incluyen paseos a caballo, golf, tenis, ciclismo de montaña, tiro al plato, paseos en globo, picnics, pesca, senderismo y piragüismo. Incluso ofrecen clases de cocina, yoga o paracaidismo. Todo —o casi todo— es posible en La Nava, de manera que si la intención no es cazar o si acompaña a un cazador, en esta exclusiva finca le asignarán un guía turístico que hable su propio idioma y le planearán almuerzos en restaurantes típicos de la zona y una ruta de lugares selectos para hacer sus compras. ■