La ciudad holandesa de Maastritch, célebre por ser la sede para los acuerdos fundacionales de la Comunidad Europea en 1992, es también notable porque organiza una de las más importantes ferias de arte y antigüedades del mundo: la European Fine Art Fair (Tefaf), que recibe todos los años a las galerías de arte más reputadas. Pero, en otras épocas del año, cualquier excusa es buena para visitar una urbe por la que es una delicia pasear.
Como tantas ciudades del centro de Europa, Maastricht es limpia y ordenada. En este enclave universitario de 125.000 habitantes, vecino de Bélgica y Alemania, no hay cabida para el aburrimiento. Un elemento atrae poderosamente la atención del visitante: sus iglesias reconvertidas. Claro que, por su tamaño, podrían pasar por catedrales. A una de ellas, el devenir del tiempo la ha transformado en librería. Se llama Selexyz Dominicanen y se emplaza en una iglesia medieval que una vez devino en almacén para bicicletas y presenció combates de boxeo. Además de libros apilados con imaginación, encontrará un restaurante en el ábside, donde tomar un café o un aperitivo mientras admira los frescos renovados del templo. La librería está situada al lado del centro comercial Entre Deux y de la plaza Vrijthof. Lea aquí más sobre destinos mágicos para visitar.
No muy lejos de allí nos cautiva otra iglesia gótica, ahora conocida como Kruisherenhotel. Se trata de un monasterio que data del siglo XV, convertido actualmente en hotel, que combina elementos modernos ―como su espectacular entrada a modo de placas de latón semicirculares― con la estética de una basílica reformada. A lo largo de la nave principal, con gran sensatez arquitectónica, han dispuesto un restaurante sobre una plataforma, de manera que salvan la altitud del espacio para no hacerlo parecer vacío. En algunas de las 60 habitaciones, minimalistas y de mobiliario escueto, las vistas son celestiales.
Una parada en estos dos puntos de referencia es fundamental en un recorrido a pie por el centro de Maastricht. También hay que acercarse a la enorme Plaza del Mercado, presidida por el Ayuntamiento; a la Plaza Vrijthof, que alberga la Basílica de San Servacio (Sint Servaas) , y al museo de arte Bonnefanten.
El mercado es estupendo por la calidad de la mercancía y por su ubicación. Por supuesto, y como sucede con la mayoría de los países europeos, la mejor estación para visitar Holanda es la primavera. Maastricht puede resultar hostil si le recibe con lluvia y frío. Pero el cielo despejado invita a pasear en bicicleta (apenas se ven coches), a cruzar el río Mosa por uno de sus puentes y a recorrer el casco histórico.
Para divertirse y pasar un buen rato, recomendamos el barrio que rodea la calle Tongersestraat, lleno de restaurantes, cafeterías y galerías de arte. Se ve a mucha gente joven con ganas de diversión. Los habitantes de Maastricht cuidan sobremanera la presentación de sus negocios, así que su mercancía se vuelve apetecible de inmediato, ya sea en una tienda de quesos o en una de cafés. Las casas acompañan: tejados de pizarra a dos aguas, profusión de ventanas y pocas transgresiones arquitectónicas. Como el resto del país, Maastricht es delicioso. ■