Reinhold Messner nació en 1944 en plena cordillera de los Alpes y creció entre las montañas del norte de Italia, para convertirse más tarde en el más importante alpinista de la historia. Fue el primer montañista en lograr subir el mítico monte Everest sin ayuda de oxigeno complementario en 1978, hazaña que repetiría de manera solitaria dos años más tarde, para luego consagrarse como el único en escalar catorce picos de más de 8,000 metros de altura y ser el primer hombre en cruzar el territorio Antártico por sus propios medios, sin la ayuda de vehículos o animales.
Este incansable aventurero justifica su actividad en la oportunidad que le ofrece la reflexión introspectiva que puede experimentar durante la ejecución de sus proezas. En sus conferencias y numerosos textos ha explicado que mientras más alto escala, más dentro de sí mismo puede ver. Este es el motivo por el cual trató de realizar sus expediciones sin grandes complementos técnicos que le facilitaran la tarea, para poder sobreponerse a las adversidades y crecer con el aprendizaje.
Honrando su afición, Messner se propuso rescatar y recopilar 250 años de historia del montañismo. Para ello, realizó la inversión de su vida impulsando la construcción de seis museos dedicados al alpinismo, de los cuales el más prominente es el hermoso edificio diseñado por Zaha Hadid y construido en la cima de la meseta de Kronplatz, al norte de Italia.
El edificio está empotrado en la piedra, emergiendo del otro lado, al sur del río Tirol, con esplendidos miradores hacia todos los puntos cardinales. Compuesto por diversas galerías de exhibición, espacios para la recreación, salas multimedia y los espectaculares miradores, el museo cuenta con una colección de obras de arte y objetos históricos que aluden a la historia de este deporte. A través del montaje museístico en los laberintos interiores de la edificación y de las majestuosas panorámicas de los miradores, se intenta comunicar las sensaciones vividas por los montañistas en sus experiencias.
Constituido fundamentalmente con vidrio y paneles de fibra de cemento, las líneas irregulares del edificio se integran armoniosamente al paisaje natural y rematan con su vista atractiva la cima donde se encuentra emplazado. De ahí su nombre “Corones”, el vocablo local para “corona- que se refiere al punto alto de una montaña o meseta desde donde se puede contemplar el resto del valle y que suele ser el punto preferido de los escaladores y de los que practican el ala delta.
La belleza del Museo Corones, fusión del gusto estético y la pasión por las alturas, le valió a Hadid la Medalla Dorada Real de Arquitectura 2016, premio entregado cada año por la corona británica. ■