Hace un tiempo, durante una cena, observaba a una pareja que estaba sentada en una mesa aledaña. Eran dos adultos jóvenes que “compartían” su almuerzo. Lo que me llamó la atención es que la comunicación entre ellos era casi nula. Él estaba entregado casi de manera absoluta a su teléfono inteligente. Apenas levantaba su cabeza, hacía algún comentario y de nuevo, su mirada iba a la pantalla de su teléfono inteligente. Mientras, ella intentaba distraerse mirando a su alrededor, en silencio.
Cada vez con mayor frecuencia este tipo de escenas las vivimos a diario con nuestras parejas en mayor o menor cuantía, en el carro, durante alguna comida, en la cama, etc. La lista podría ser interminable.
En 2007, el australiano Alex Haigh creó una nueva palabra: phubbing que no es más que la unión de las palabras phone (teléfono) y snubbing (despreciar, desairar). Puede definirse entonces como el acto de un individuo o persona al ignorar o menospreciar a quien nos acompaña por concentrarse en su tecnología móvil ya sea un teléfono, tableta, pc portátil, u otro objeto inteligente.
Casi todos, en algún momento, hemos pecado o sido víctimas de phubbing: mientras alguien intenta comunicarnos algo, no despegamos la mirada del teléfono móvil o de la tableta, o en medio de una conversación, somos interrumpidos por el interlocutor para comentar un tuit o un correo electrónico, o por una carcajada por algo gracioso que leyó. Es como si el teléfono fuera una extensión de nuestro cuerpo.
Gisela Echeverría, Magíster en Edu-comunicación, en Periodismo de Radio y Televisión y en Terapia Familiar Sistémica, afirma que “las facilidades que ofrecen los maravillosos smartphones están significando una serie de dificultades en las relaciones, pues captan toda la atención de quien los usa”.
Con el phubbing, las relaciones se enfrían, nos hace sentir solos, perdemos la conexión con nuestros seres queridos y convierte a quien nos acompaña en alguien que no está del todo presente ni ausente.
Las personas crean su propio mundo en torno al teléfono móvil.
“Olvidamos los sentimientos y la experiencia vital de aquellas personas que nos acompañan por estar conectados con otras que, a veces, ni siquiera conocemos”, explica Echeverría.
Y cuando la necesidad de “mantenernos a cada momento conectados” se acentúa, corremos el riesgo de perder a aquella persona que tenemos al frente, de perder las relaciones más significativas de nuestra vida.
Pero, ¿qué puede llevarnos al phubbing?: ¿tratar de llenar vacíos existenciales?, ¿saciar alguna necesidad?, ¿buscar alivio emocional?
En una investigación, publicada en Sience Daily— y llevada a cabo por los doctores James A. Roberts y Meredith David en la Universidad de Baylor, Texas, se entrevistaron a 400 adultos.
El 46.3% de los encuestados dijo haber sido víctima del phubbing por parte de su pareja y un 22.6% indicó que le trajo conflicto en la relación. Más de una tercera parte de los participantes aseguró sentirse deprimido parte del tiempo. En general, sólo el 32% manifestó estar satisfecho con su relación.
Roberts señaló que descubrieron que, “cuando alguien advierte el phubbing de su pareja, se crean conflictos que conducen a niveles más bajos de satisfacción.
“Por lo tanto, cuando pasen tiempo con su pareja, los exhortamos a ser conscientes de las interrupciones que causan los celulares porque pueden ser perjudiciales para su relación”.
Por su parte, David explicó que los resultados sugieren que, mientras más se interrumpa el tiempo compartido por una pareja porque uno de los dos atiende el teléfono, menos probable es que la otra persona se sienta satisfecha en la relación. Para más información visite .
Eli Bravo es el Director General y Editor Ejecutivo de Inspirulina, una plataforma de contenidos sobre bienestar, crecimiento personal y salud. ■