Érase una vez una Caperucita Roja que salió de su casa para ir al bosque a… recoger setas. Bueno, creo que por aquí podemos empezar a hablar de este magnífico mundo de los hongos, consumidos desde el principio de los tiempos.
Hay que darle las gracias a España, que al tener muchos tipos de terrenos, produce grandes variedades durante todo el año. Suelen encontrarse en bosques de pinos por León, Lérida, Sierra de Gredos y la región de Cataluña. No todos son comestibles y, a quien no los conoce bien, se le ruega no aventurarse solo a recogerlos por los bosques de la Península Ibérica. Hay que aclarar, para los que suelen confundirlos, que la seta es la parte superior y visible del hongo, que está bajo tierra.
Como buen italiano, y madrileño desde hace 25 años, los Boletus Edulis o Fungi Porcini son mi perdición, y me gusta comerlos crudísimos, con un poquito de aceite de Lérida y sal fina o de Maldón.
Se comercializan frescos en el otoño, principalmente en el centro y sur de Europa. Esta seta es una de las más estimadas por su sabor y textura. Su tamaño varía y suele encontrarse sobre materias orgánicas en descomposición en los bosques y prados.
Hay varias formas de prepararlos: se los puede cocinar a la cacerola, saltear, brasear, hornear, o asarlos a la parrilla con carbón, y agregarles aceite de oliva extra virgen y sal gruesa. También vienen en conservas de vinagre o aceite. Además, una crema de hongos Boletus Edulis o Fungi Porcini es capaz de hacer feliz al peor enemigo y, si le añadimos unas almejas recién abiertas, ajo, aceite y perejil, se convierte en una verdadera delicia.
La carne de estas setas puede ser blanca o marrón, y de consistencia compacta, tanto en el sombrero como en el pie, aunque los ejemplares viejos son, por lo general, más blandos. No suelen despedir olores particulares y tienen un sabor bien definido y dulce como el de las avellanas recién recogidas.
Su aroma depende del tipo del que se trate y del medio en el que crece. Suelen oler a anís, a frutas, a rábanos, a harina recién molida, a almendras y a gas. Y pueden saber a avellanas o a coco, y ser picantes o aromáticas. Generalmente, su carne es de una estructura fibrosa, tierna, viscosa y granulosa. Son ricas en proteínas e hidratos de carbono, aunque pobres en grasas. Aportan muchos micronutrientes, como potasio, sales minerales, magnesio, calcio, hierro, y vitaminas A, C, B1, B2 y D.
¡Todo dicho ya sobre este alimento sabroso y nutritivo! ¡Ciao! ■