A la Patagonia argentina se la conoce como “el fin del mundo”, pues se ubica en el extremo sur de América Latina. Es un lugar remoto que invoca lejanía y dureza, pero también es una tierra hermosa, pues su imponente naturaleza se halla rodeada por la omnipresente cordillera de los Andes. Allí se encuentra la provincia de Neuquén, donde se crean vinos muy interesantes que vale la pena conocer.
Fundada en 1999 en San Patricio del Chañar, a unos 55 kilómetros al noroeste de la ciudad de Neuquén, “Bodega del Fin del Mundo” fue la primera empresa elaboradora de vinos que se estableció en la zona –ahora hay una docena–, convirtiéndose en pionera al descubrir una nueva región vitivinícola.
Esta zona, antaño ocupada por el desierto patagónico, se ha convertido en un paisaje encantador con condiciones ideales para el desarrollo de vinos de calidad gracias a sus circunstancias climáticas: diferencias inusualmente raras de 20 grados centígrados entre el día y la noche, una baja humedad y muy pocas lluvias, de no más de 180 milímetros al año. Todo esto hace que las viñas mantengan una extraordinaria salud y que los racimos de uva crezcan adecuadamente, proporcionando a los vinos un intenso color, agradable acidez y gran complejidad.
Por otra parte, con lluvias tan escasas, es necesario un riego por goteo nutrido con el agua que proviene del río Neuquén, que da nombre a la comarca y es alimentado por el deshielo de los glaciares de los Andes, y además hay que añadir fertilizantes naturales y minerales que proporcionan a las vides las condiciones óptimas para su perfecto desarrollo.
[more-links] El ”terroir” único de roca y arena de Bodega del Fin del Mundo ocupa una extensión total de 870 hectáreas de viñedos consideradas como los más meridionales del mundo. En ellas se cultivan uvas blancas y tintas entre las que destacan cabernet sauvignon, malbec, merlot, pinot noir, tannat, cabernet franc y syrah entre las tintas, y sauvignon blanc, chardonnay, semillón y viognier, entre las blancas.
Ya su primer vino, un malbec 2002, fue galardonado con una medalla de plata en el prestigioso concurso Catad’Or Wine Awards de Chile, lo que fue un buen presagio para todos los galardones nacionales e internacionales que vendrían después.
En el año 2003, se abrieron los edificios actuales de la bodega con la tecnología más avanzada del mundo, y en el 2005, Julio Viola, fundador de la bodega, conoció al famoso enólogo francés Michel Rolland, quizás uno de los consultores de vinos más prestigiosos del mundo, quien al percatarse del gran potencial de la zona, se embarco como consejero de la bodega junto al enólogo Marcel Miral.
Hoy por hoy, “Bodega del Fin del Mundo” elabora vinos de gran calidad que son reconocidos en todo el mundo, vinos pensados para un exigente mercado internacional y que se dividen en diferentes colecciones: Special Blend, Reserva, Postales, Newen, Gran Reserva y Fin Single Vineyard.
Es realmente complicado recomendar alguno de sus vinos, pues todos son logradas creaciones enológicas, pero si tuviera que inclinar la balanza por alguno, les recomendaría que probaran el Newen Reservado Sauvignon Blanc a un precio de $160,00, el Fin Single Vineyard Malbec, de $460,00, o el magnífico y singular Fin Del Mundo Special Blend Reserva, que cuesta alrededor de $800,00. Un vino que no se olvida con facilidad. ■
FOTOS: © Bodega del Fin del Mundo.