En la ruta francesa del Loira, aquellos que veneran los lugares que transmiten calma y serenidad percibirán inmediatamente la gratificación que supone un rincón tan especial como el Hotel Abadía Real de Fontevraud, construido como abadía en el año 1101 por el monje Robert d’Arbrissel, iniciador de la orden de Fontevraud.
Hoy en día, esta abadía es uno de los conjuntos monásticos más importantes del Medievo europeo, y luce en todo su esplendor tras una ardua restauración que le ha valido ser declarado Monumento Histórico por la Unesco.
El Fontevraud l’Hotel, perpetúa el arte de la hospitalidad priorizando la comodidad y la simplicidad por encima de todo.
En su iglesia están enterrados algunos miembros de la dinastía real Plantagenet: Leonor de Aquitania, el rey Enrique III y su hijo Ricardo I de Inglaterra, más conocido por todos como Ricardo Corazón de León, sepulcros muy visitados por los turistas, al igual que la capilla, el refectorio, el bello claustro de estilo románico, los jardines y las cocinas del complejo.
En el corazón de la Abadía Real se sitúa Fontevraud l’Hotel, que perpetúa el arte de la hospitalidad priorizando la comodidad y la simplicidad por encima de todo, en un intento de recrear ese ambiente monástico de hace siglos.
Pero no se confundan: aquí el lujo existe, y se palpa en detalles como la ropa de cama de algodón y lino, el iPad que tendrán a su disposición para acceder a todos los servicios del hotel y descubrir la Abadía Real y sus alrededores; el canal de televisión Fontevraud, los productos de baño fabricados con ingredientes naturales, los grandes ventanales que proporcionan una suave luz natural envolvente, las camas con colchones con fibra de coco, y muchas otras particularidades, no todas materiales, que garantizan la paz, el sosiego y la tranquilidad.
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Una vez instalados, es un placer concurrir al restaurante capitaneado por el prestigioso chef Thibaut Ruggeri, ganador del Bocuse d’Or 2013 y poseedor de una estrella de la guía Michelin 2017, que propone una cocina contemporánea, inteligente y refinada, presentada con gran gusto y equilibrio, en un sitio en el que prima la luz, el silencio, la madera y el espacio.
Al caer la noche, los huéspedes podrán vivir una experiencia exclusiva al tener acceso privado a la Abadía Real para realizar una visita excepcional en la que podrán pasear a través de los 34 acres de puro silencio y quietud, disfrutando de la atmósfera singular del claustro, observando el crepúsculo de la tarde a través de los arcos románicos y visitando los numerosos edificios históricos para descubrir un lugar que, felizmente, se ha detenido en el tiempo e invita a meditar acerca de sus casi mil años de historia y, por qué no, también acerca de si mismos. ■