Conocida como la capital automotriz de Alemania —donde Mercedes-Benz y Porsche tienen sus centros de operaciones—, Stuttgart recibe todos los años a miles de amantes de los automóviles de todo el mundo. Sin embargo, Stuttgart es mucho más que eso. Durante la temporada que pasé allí, encontré una metrópoli próspera y cosmopolita en un valle poblado de viñedos, grandes atracciones culturales y más de una docena de restaurantes con estrellas Michelin.
Un día, estaba en Berlín visitando galerís, y varios amigos me sugirieron ir a Stuttgart porque, dijeron, su museo nacional era una joya que casi nadie se tomaba el tiempo de visitar. También insistieron en que Stuttgart era una meca de la arquitectura, aunque poco conocida. Sin embargo, tal vez lo más relevante, es que Stuttgart fue nombrada recientemente la ciudad menos estresante del mundo.
Según mi experiencia, puedo decir que mi llegada tuvo cero estrés. Compré un boleto de tren en primera clase desde Berlín y mi hotel de cinco estrellas, el Steigenberger Graf Zeppelin, quedaba frente a la estación.
Un empleado del hotel me recomendó un buen restaurant en la parte antigua de la ciudad, a solo 10 minutos a pie, y cuando llegué me sorprendí a mí mismo en el corazón de la ciudad. La calle principal estaba colmada de una muchedumbre diversa que caminaba tomando helados en familia. La naturaleza multicultural de Stuttgart fue una grata sorpresa. La ciudad era, como diría Baudelaire, un maravilloso hormiguero humano.
Durante mi estancia, atravesé también un extenso parque con lagos y cisnes, y entré a Carl’s Brauhaus, uno de los restaurantes que me recomendaron. Me senté en una mesa y examiné el menú en busca de cualquier cosa marcada como «typishc shcwabische», o comida de Suabia, que domina la cocina del estado alemán de Baden Württemberg (del cual Stuttgart es la capital). La comida de Suabia es abundante, con muchos fideos y spaetzele. Bien dicen los lugareños: “La comida debe mojarse o cubrirse en salsa, o en un caldo».
“Nos hacemos llamar los comensales mojados”, me dijo el camarero. “Sumerges el pan en sopa, o cubres las carnes en espagueti con salsa, o haces las dos cosas a la vez”. Empecé con un plato de ravioles Maultaschen (con mucha salsa) y terminé con un Ofenschlufper casero, un pudín de manzana y pasas, increíblemente delicado, aunque se ahogaba en crema.
Otro hecho interesante sobre Stuttgart es que está justo en el corazón vinícola de Alemania. La ciudad en sí está en un valle con 200 acres de viñedos sembrados sobre sus colinas. Es una región donde el buen vino se consume tal vez más que la cerveza, especialmente el vino trollinger local.
Los tres días siguientes, descubrí más atractivos de la ciudad: museos, mercados, cafeterías, pastelerías.
Atravesé parques y elegantes plazas, pasé por el barroco Neues Schloss (Palacio Nuevo) y el Altes Schloss (Palacio Viejo).
El mercado al aire libre fue un deleite especial: está ubicado en la Schillerplatz, una plaza de estilo medieval, con vendedores de fresas, uvas dulces y unos repollos muy “instagrameables”, que se han cultivado aquí durante siglos.
Otro lugar interesante es el Stuttgart State Gallery, probablemente uno de los mejores museos de Europa, aunque no había oído hablar mucho sobre él. Alberga obras de arte de más de ocho siglos en una infinidad de salas. Visité la exposición permanente que representa obras del arte medieval tardío alemán, italiano y holandés, así como del clasicismo suabo, y quedé impresionado con la colección moderna con sus obras de Twombly, Klee, Schiele, Baselitz, Rothko, Picasso y más maestros del arte del siglo XX.
Había también una sala dedicada al vestuario creado para el Stuttgart Ballet. Todo se exhibía en grandes espacios diseñados hace unos 30 años por el arquitecto británico James Stirling. Pude haberme quedado en la Stattsgalerie todo el día, pero tenía una cita con un amigo en Cube, un restaurante en el Kunstmuseum, o Museo de Arte de la Ciudad. El restaurante se destaca inmediatamente por una espectacular estructura de cristal en forma de cubo construida por la firma de arquitectos Hascher y Jehle.
En el restaurante de la planta superior mi amigo y yo disfrutamos de una deliciosa comida, con la vista de la ciudad y sus laderas cubiertas de viñedos. Después del almuerzo, visité las galerías del museo, que albergan, en mi opinión, la colección más importante de obras del artista alemán Otto Dix. Otras paradas interesantes fueron los museos de Mercedes y Porsche.
El primero contiene piezas que dan cuenta de los 130 años de historia de la marca, desde los inventos de los pioneros de la firma, Gottlieb Daimler y Carl Benz, hasta las maneras como la industria automotriz ha moldeado la sociedad moderna.
En total contraste, el museo Porsche se ubica en un edificio ultra moderno diseñado por el arquitecto vienés Delugan Meissl.
El edificio está diseñado con algunos ángulos rectos para que nada distraiga la vista de la colección de 80 autos Porsche exhibidos en un espacio de 5,600 m2.
Para los visitantes interesados en ver diferentes tipos de arquitectura, hay dos paradas obligadas: la nueva biblioteca pública de Stuttgart y el Weissenhof Estate, que se ubica en una colina a las afueras de la ciudad. La biblioteca, que fue diseñada por el arquitecto coreano Eun Young Yi, está hecha de numerosos bloques de vidrio que se iluminan cuando la luz solar toca la estructura en diferentes momentos del día.
En cuanto al Weissenhof Estate, 17 arquitectos famosos participaron en el proyecto, entre ellos Le Corbusier, Walter Gropius y Hans Scharoun. Fue edificado en 1927 como parte de una exhibición sobre casas de esa época y declarado patrimonio cultural de la UNESCO en 2016.
Ya sea por sus automóviles, museos, restaurantes, hoteles de lujo o por sus amplios parques al aire libre, Stuttgart es un lugar obligado para quienes visitan Alemania, especialmente aquellos que buscan relajarse y disfrutar de un viaje único y sin estrés. ■
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