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Mencionar la Alhambra, antiguo y transcendental palacio árabe situado en Granada, en la provincia de Andalucía, España, es referirse a una de las edificaciones históricas más famosas, reconocidas y visitadas del mundo.
Para los que no conozcan la compleja historia de España, es importante notar que la península ibérica estuvo bajo poder musulmán durante ocho siglos, exactamente entre los años 711 hasta 1492, fecha en la que fue la provincia fue reconquistada por Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, mejor conocidos como los Reyes Católicos.
De todos estos siglos de ocupación surgieron obras maestras de la arquitectura, que hoy afortunadamente todavía perduran en España como la Mezquita de Córdoba, la Giralda de Sevilla o la majestuosa Alhambra de Granada, que por su gran importancia fue declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco en 1984.
Una historia apasionante
Ibn Nasr al-Jazrayu al-Ansari, emir de Granada, ordenó construir sobre la colina que abrazan los ríos Genil y Darro, un castillo fortificado, una ciudad regia que dignificara los dominios alrededor. Las obras se iniciaron en 1238. El color bermejo de las tierras con las que se levantaba le puso nombre: Al-kalat al-Hamram, el castillo construido de tierra roja. Durante siglos la Alhambra funcionó como palacio, ciudadela, fortaleza y también residencia de los sultanes nazaríes y de los altos funcionarios. Sucesivas generaciones de la próspera dinastía nazarí embellecieron el Castillo Rojo hasta convertirlo en una majestuosa obra de arte, quizás el palacio árabe más bello del mundo.
Distribución del palacio
La Alhambra consta de cuatro zonas: los Palacios, la Alcazaba, la Medina y el Generalife, todo ello en un entorno que se envuelve de poesía gracias a los sonidos del agua que brota de fuentes y estanques, a sus bosques, jardines y huertas. Integra además, destacados edificios de distintas épocas, como el renacentista Palacio de Carlos V, donde se ubican los museos de la Alhambra y el de Bellas de Artes.
Entre los mil y un tesoros que ofrece la Alhambra hay algunos especialmente visibles, y a la vez ocultos, como los sorprendentes y hermosísimos poemas que los más grandes poetas de la Corte de Granada, Ibn al–Yayyab, Ibn al–Jatib o Ibn Zamrak, dejaron escritos en los muros palaciegos, en sus hornacinas, en sus arcos y también en sus fuentes. Poesías cinceladas a martillo por grandes artistas, realizadas con tanta filigrana, precisión artística y pasión, que en ocasiones parecen sólo bellísimos ornamentos.
La sensación de intimidad y sosiego que produce pasear por los hermosísimos jardines del Generalife no es casualidad, ya que fue un efecto intencionalmente buscado por los reyes nazaríes, que los usaban para retirarse del mundanal ruido y refugiarse de la agitada y bulliciosa vida oficial del palacio.
Por otra parte, es difícil conocer el aspecto original de los jardines árabes del Generalife, muy modificados y reconstruidos a lo largo de su historia cristiana, con todo ello, hoy constituye un sorprendente enclave que despunta por la belleza de sus rincones y jardines, el estallido de colores y fragancias que ofrece en primavera, la música de sus murmullos de agua o las admirables vistas que ofrece sobre los valles bañados gentilmente por los ríos Darro y Genil.
Ante la belleza de semejante obra maestra de la arquitectura mundial han sucumbido grandes personajes a lo largo de la historia, muy recientemente los ex presidentes de Estados Unidos Bill Clinton y Barack Obama, fueron quienes quedaron perplejos al observar la inusitada belleza de sus atardeceres. Pero siglos antes, el insigne escritor norteamericano Washington Irving (1783-1859), considerado como uno de los mejores escritores de habla inglesa de su tiempo, tuvo el privilegio de vivir en el recinto de los palacios nazaríes mientras escribía el libro: Cuentos de la Alhambra.
“Granada emociona hasta deshacer y fundir todos los sentidos”, dijo de ella el pintor Henri Matisse, quien la visitó en 1910 durante un tour por Andalucía, y el escritor Ernest Hemingway, comentó en una de sus obras: “¡Con qué pereza se va el sol de Granada, se esconde bajo el agua, se esconde en la Alhambra!”. ■