En el siglo XV la familia Álvarez de Toledo recibe la merced de la villa de Alba de Tormes del rey Juan II de Castilla. Desde entonces y hasta la actualidad, sus herederos muestran lealtad a la Corona y a la nación —por lo que obtienen privilegios reales, nombramientos políticos y militares y escrituras de mayorazgos—, preservando el arte y la cultura en todas sus facetas.
Otra tarea de conservacionismo por la que la Casa de Alba ha sido reconocida a lo largo del tiempo es la recopilación de legajos o documentos antiguos, tan valiosos como una preciosa Biblia del siglo XV, bocetos en los que Cristóbal Colón dibujó la isla de “La Española” en 1492 o cartas en las que la Cancillería de Indias concedió escudos de armas al conquistador Francisco Pizarro o a las ciudades de Arequipa o Santiago de Chile son algunos de los tesoros resguardados en esta colección.
La pintura del Siglo de Oro español es sin duda una de las partes más preciadas del legado de la Casa de Alba. Los reconocibles trazos y caras alargadas del Greco pueden contemplarse en el Cristo de la colección, así como uno de los más importantes retratos reales Carlos V e Isabel de Portugal encargados a Pedro Pablo Rubens; dos cuadros de Tiziano en los que aparece el Gran Duque de Alba; el Santo Domingo de Zurbarán y dos luminosos paisajes característicos de José de Ribera.
Uno de los retratos más importantes de los nobles de Alba es el de la decimotercera duquesa, Cayetana Teresa de Silva y Álvarez de Toledo, encargado al maestro Francisco de Goya y Lucientes (pintor de la corte del rey Carlos IV). Se trata de un cuadro delante del cual ha posado en innumerables ocasiones la recordada Duquesa María del Rosario Cayetana Fitz James-Stuart en sus fotografías oficiales, tomadas en su residencia de la calle Princesa de Madrid, donde se ubica su Palacio de Liria.
Por su parte, el decimocuarto duque de Alba, Carlos Miguel Fitz-James Stuart y Silva (1794-1835) incorporó a la colección obras tan antiguas como La Virgen de la Granada de Fra Angelico, o Camino al Mercado de Pedro Pablo Rubens.
La colección recuerda además la fraternidad entre los Emperadores de Francia y el Ducado de Alba. La hermana de María Francisca de Sales, casada en 1844 con el XV Duque de Alba, no es otra que Eugenia de Montijo, casada por su parte con Napoleón III. La estrecha relación entre las hermanas favorece la amistad entre los dos matrimonios. A la muerte prematura de los duques y del Príncipe heredero, la Emperatriz Eugenia se une aún más con sus sobrinos (de la Casa de Alba), que recibirían posteriormente toda su herencia: una gran colección de cuadros, objetos de artes decorativas y recuerdos de su tiempo como la mesa de trabajo de Napoleón III y algunas de las vasijas y cuadros que decoraban su residencia.
Otras piezas importantes de la colección son los retratos de Jacobo Fitz-James Stuart y Falcó, XVII duque de Alba, y Rosario de Silva y Gurtubay, marquesa de San Vicente del Barco, así bien como obras de Renoir, Corot, Picasso y Miró, entre muchas otras.
Sin dudas esta emblemática estirpe aristocrática atesora una de las colecciones privadas más importantes del mundo y su compromiso con la conservación de objetos de valor cultural protege un legado histórico importantísimo y fomenta el desarrollo del arte en todo el mundo. ■