Tres generaciones han transcurrido desde que René Lalique creara en 1885 su primera tienda de joyería en París. Desde entonces, la icónica casa parisina sigue manteniendo la calidad, la creatividad y el inigualable savoir faire de su fundador. A pesar de que la marca francesa se ha renovado a través de las décadas, nunca se ha apartado de su principal fuente de inspiración: la naturaleza.
Fiel a sus orígenes, Lalique ha presentado su más reciente colección inspirada en el calendario chino, cuyo signo astrológico para el 2014 es el caballo. Esta colección la integran una serie de esculturas y jarrones que capturan la fuerza, la gracia y la prestancia que caracterizan a este animal.
Considerado un maestro del arte vidriero, René Lalique ha sido equiparado en su arte con grandes artistas como Monet, Picasso o Modigliani. En sus comienzos se destacó como joyero, un arte del que fue un verdadero experto con sus fabulosas piezas diseñadas para Cartier y Boucheron, entre otras casas de alta joyería. En 1890, poco después de iniciar su propio negocio, su nombre ya era reconocido como el de uno de los más grandes diseñadores de joyas que dejara su huella en el art nouveau. Posteriormente, atraído por el arte de esculpir el vidrio y en colaboración con el creador de la perfumería moderna François Coty, diseñó el primer envase artístico de perfume, una obra que evocaba la esencia de la fragancia.
En la década de 1920, René Lalique se hizo célebre por sus trabajos de vidrio elaborados al estilo art déco de la época. A su sensibilidad y genio creativo se deben las iluminadas paredes acristaladas y las elegantes y coloridas columnas de vidrio del comedor y el gran salón del trasatlántico SS Normandie; el diseño interior de la Iglesia de San Mateo de Millbrook, en Jersey, Normandía, conocida como la Iglesia de cristal de Lalique, y los interiores del legendario tren Orient Express, entre muchas otras obras maestras. Sin duda, fue un visionario en su época que convirtió el arte de esculpir vidrio en una industria del lujo.
Su hijo Marc Lalique, y más tarde su nieta Marie-Claude Lalique, continuaron el legado del fundador de la maison francesa. Sus predecesores elevaron el arte vidriero a un nivel más exclusivo cuando Marc cambió el material hasta entonces utilizado, el vidrio, por la delicadeza del cristal. Herederos de la sensibilidad de su antecesor por la naturaleza, perpetuaron la identidad de la casa Lalique al continuar dando vida —y movimiento— a las emblemáticas piezas artesanales de la firma.
Las piezas ecuestres de su más reciente colección, todas artesanales, incluyen la edición limitada del jarrón Equus, una escultura de 38 centímetros de alto que fusiona dos caballos salvajes. Esta bella obra de arte, que requiere 30 kilogramos de cristal crudo y cinco días para completarla, está valorada en 26.000 dólares. También hay otras lujosas piezas de un indiscutible valor artístico: la impresionante Cabeza de caballo, tallada en tres días a partir de una sola pieza de cristal negro y cuyo precio sobrepasa los 50.000 dólares; el jarrón Mustang, con varios caballos a relieve; y el Caballo Kazak, una escultura de cristal negro, dorado o transparente. Esta magnífica colección de piezas de Lalique no sólo cumple su función decorativa, sino que transmite el espíritu libre que representa el caballo, así como el equilibrio, la disciplina y la fortaleza que evoca.
Los nuevos caballos de Lalique demuestran, una vez más, la capacidad de la casa parisina para reinventarse después de más de un siglo de existencia. Pero esta colección también prueba cómo se mantiene el legado del artista René Lalique al capturar en algo tan frío y rígido como el cristal la belleza del movimiento. ■